EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 77

MAX LUCADO 8- COSAS INCÓMODAS "Por tanto, acéptense mutuamente, así como Cristo los aceptó a ustedes para gloria de Dios". ROMANOS 15.7, NVI Había una vez, en una tierra no muy lejana a la nuestra, un vecindario ordenado, con un césped bien mantenido. Sus residentes tenían las calles limpias, el pasto cortado y los estándares altos. En cada hogar había dos hijos, dos padres, un perro o un gato y un pez dorado. Sacaban a pasear al perro, saludaban al cartero y apagaban las luces cerca de las diez de la noche. Disfrutaban de una vida tranquila. Pero luego, en un momento, toda esa tranquilidad quedó patas arriba. Un hombre compró la casa de ladrillo que estaba en la esquina de Los Robles con Los Olmos. Un hombre soltero. No tenía familia. No tenía pareja. Un hombre soltero llamado Leví. Resultó que Leví conducía un Corvette, bien equipado y descapotable. Resultó que Leví cortaba el pasto con el torso descubierto. Resultó que Leví instaló una piscina, una plataforma de madera, una parrilla y un sistema de sonido para exteriores. Mientras el resto de los vecinos bajaba las revoluciones en la noche, Leví las subía.Él hacía fiestas. Sus amigos venían del área sórdida de la ciudad. Conducían camionetas con muchos hidráulicos y chevys que rosaban el pavimento. Los hombres vestían botas Dingo y usaban tatuajes. Las mujeres vestían tops largos y ajustados. Algunos de ellos tenían los abdominales definidos en seis; otros llegaban con paquetes de seis cervezas. Todos hablaban muy fuerte, bebían demasiado y festejaban hasta muy tarde en la noche. Un domingo por la mañana, cuando las buenas personas del buen vecindario se dirigían a la iglesia, estas se fijaron en las latas de cerveza que estaban desparramadas en el jardín delantero del nuevo vecino; por lo que les decían a sus hijos: «Ese hombre necesita a Cristo Jesús». Continuará...

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