EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 78

MAX LUCADO 8- COSAS INCÓMODAS "Por tanto, acéptense mutuamente, así como Cristo los aceptó a ustedes para gloria de Dios". ROMANOS 15.7, NVI Y Jesús vino. Entró caminando al vecindario y avanzó por la calle. Pasó casa por casa, preguntando si alguien tenía tiempo para conversar, jugar dominó o asar hamburguesas. Pero ¿quién tenía tiempo para esas estupideces? Tenían que trabajar, cumplir con sus toques de queda y hacer las tareas del hogar. Nadie tenía tiempo para Jesús. Es decir, nadie salvo el sujeto de la esquina de Los Robles con Los Olmos. El sujeto del auto llamativo y de amigos bulliciosos. Él tenía tiempo. Jesús tocó la puerta de Leví y este lo invitó a cenar. Los dos se llevaron bien. Pasaron tiempo juntos, se contaron chistes y conversaron acerca de la vida. Finalmente, Leví le contó a Jesús sobre su pasado oscuro; Jesús le habló del perdón y del futuro. Leví preguntó: «¿Incluso para mí?». Jesús sonrió. «Sí, especialmente para alguien como tú». Un día Jesús le hizo una visita especial y le ofreció lo siguiente: «. . . Sígueme. Leví se levantó y, dejándolo todo, lo siguió» (Lucas 5.27, 28, BLPH). Leví. Más conocido como Mateo: Mateo el apóstol, el escritor de los evangelios, el seguidor de Jesús de la primera generación. Pero antes de ser Mateo, fue Leví. Antes de ser un bello vitral, fue un conjunto de vidrios manchados. Antes de ser uno de los contribuyentes a la escritura de la Biblia, contribuyó a su propia riqueza a costa del bolsillo y de la cartera de sus compatriotas. Mateo era publicano, un judío que trabajaba para el servicio de impuestos internos de Roma. El emperador les permitía a los recolectores de impuestos cobrar un gravamen por todo y por cualquier cosa. Siempre y cuando Roma recibiera su parte, esos trabajadores públicos podían cobrar lo que quisieran. Y lo hacían. Se hacían ricos empobreciendo a la gente. En las paredes, su misión estaba enmarcada y versaba así: «Saca todo lo que puedas y quédate con todo lo que saques». Continuará...

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