EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 97

MAX LUCADO 9- ALZA LA VOZ Amonéstense unos a otros. COLOSENSES 3.16, DHH Por supuesto que no, así es que no lo hice. ¿Recuerdas a la mujer llena de pesar de la que te conté? Ella había dicho: «Cada vez estoy más vieja y más enferma. Creo que Dios me abandonó». Me vi tentado a ignorar el comentario. No la conocía. Ella casi ni me conocía. Además, había otras personas dentro del auto fúnebre. Pero algo me movió a hablar. Me volteé y la miré. «No hable así», la insté. «Dios no ha terminado con usted. Él es su Padre. Él la ama. Es su pastor. Él la guía. Sus días estaban contados antes de que el primero de ellos comenzara. Usted no puede aumentar el número de sus días, pero sí puede mejorar la calidad de ellos. Usted está en las manos de Dios». Su esposo habló: «Eso mismo le he estado diciendo». Los ojos se le llenaron de lágrimas. «¿En serio?», me preguntó. «En serio», le aseguré.Por unos momentos, nadie habló. El auto fúnebre entró al cementerio y llegó a una parada en una curva. Al bajarnos, se decidió: «Voy a confiar en Dios». Oré porque ella lo hiciera y nosotros también. Después de que Jesús amonestara a Marta, hizo lo impensado. Fue a la tumba, lloró por su amigo y luego gritó para que saliera el Lázaro fallecido. ¡Y Lázaro salió! Salió de la tumba. Pero ni por un segundo pienses que Lázaro fue el único milagro de ese día. Jesús resucitó a un hermano de la muerte y también resucitó el corazón de Marta de la desesperación. E hizo ambas cosas con palabras de poder.

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