EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 102

MAX LUCADO 10- TODOS TENEMOS UN MACHO Perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo. EFESIOS 4.32, NVI Salpicar. Lavar. Masajear. Secar. ¿Cuánto tiempo crees que requirió este lavado de pies? Suponiendo que Jesús se tomó dos o tres minutos por pie, este acto habría tomado casi una hora. Ten en consideración que Jesús estaba en sus minutos finales, junto a sus seguidores. Si pudiéramos medir con un reloj de arena los tres años junto a ellos, solo quedarían unos pocos granos por caer. Jesús decidió usarlos en este silencioso sacramento de humildad. Nadie habló. Es decir, nadie salvo Pedro, que siempre tenía algo que decir. Cuando se opuso, Jesús insistió y llegó al punto de decirle: «Si no te lavo, no tendrás parte conmigo» (v. 8). Pedro pidió un baño. Más tarde, esa misma noche, los discípulos se dieron cuenta de lo enorme de ese gesto. Habían prometido quedarse con su Maestro, pero esas promesas se derritieron como cera al calor de las antorchas romanas. Cuando los soldados llegaron marchando, los discípulos se fueron corriendo. Los veo corriendo a toda velocidad hasta que, ya desprovistos de fuerza, se desploman en el suelo y dejan caer la cabeza hacia adelante mientras miran el polvo, con cansancio. Ahí es cuando ven sus pies, los cuales Jesús había lavado hacía poco tiempo. Ahí es cuando se dieron cuenta de que les había dado gracia antes de siquiera necesitarla. Jesús perdonó a los traicioneros antes de que lo traicionaran. ¿No hizo lo mismo por nosotros? Sí, cada uno de nosotros tiene un Macho, pero también tiene un lebrillo de agua. Nos han herido, profundamente quizás. ¿Pero acaso no hemos sido perdonados preventivamente? Nos ofrecieron gracia antes de saber que la necesitábamos. Continuará...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario