EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 106

MAX LUCADO 10- TODOS TENEMOS UN MACHO Perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo. EFESIOS 4.32, NVI Llévalo a Jesús. Nadie te amará más que él. Deja que la herida sea una oportunidad para acercarte más a tu Salvador. ¿Obstaculizan tu bienestar esta experiencia y la falta de perdón? ¿Hacen disminuir la paz que tienes? Si la respuesta es afirmativa, avanza en dirección al perdón. Habla con Jesús sobre la ofensa hasta que la ira se apague. Y cuando vuelva a aparecer, vuelve a hablar con Jesús. Y si crees que es seguro, en algún momento . . . Dilo a la persona que te ofendió. Con la mente clara y con una motivación pura, presenta una queja. Sé específico. No sobredramatices. Simplemente explica la ofensa y cómo te hace sentir. Podría ser algo así: «Acordamos hacer un refugio de nuestro hogar. Pero después de la cena, parece que te pierdes en los correos electrónicos y en los proyectos. Como consecuencia, me siento sola bajo mi propio techo». Si se hace con respeto y sinceridad, es un paso hacia el perdón. No es para nada fácil traer a colación un tema sensible. Te estás poniendo el traje de sirviente. Al mencionar el asunto, le estás dando al perdón la oportunidad de salirse con la suya y de ser lo que gane ese día. ¿Será así? ¿Triunfará la gracia? No se puede garantizar. Si triunfa o no triunfa, el siguiente paso es . . . Ora por quien te ofendió. No puedes forzar la reconciliación, pero puedes ofrecer intercesión. «Oren por quienes los persiguen» (Mateo 5.44, NVI). La oración revela todo rencor persistente y ¡qué mejor lugar para verlo! ¿Estás frente al trono de la gracia pero aun así encuentras difícil dar gracia? Pídele a Jesús que te ayude. Aquí va una idea final: Haz un funeral: Entierra la ofensa. No me refiero a enterrarla en el sentido de reprimirla. No se gana nada al presionar en el espíritu las emociones negativas. Pero se gana algo maravilloso cuando tomas el recuerdo, lo metes en un ataúd (basta con una caja de zapatos) y lo entierras en el cementerio llamado «Voy a seguir con mi vida». Quítate el sombrero, cúbrete el corazón y llora por última vez. Cuando la rabia vuelva a surgir, di a ti mismo: «Es hora de avanzar hacia un futuro prometedor con valentía». Continuará...

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