EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 108

MAX LUCADO SÉ AMADO, LUEGO AMA Ámense los unos a los otros. JUAN 13.34 Durante varias décadas, Andrea Mosconi seguía la misma rutina por seis mañanas a la semana. El maestro italiano se vestía de abrigo y corbata, iba al palacio municipal de la ciudad de Cremona, Italia, y entraba al museo de violines. Ahí se quedaba de pie ante las fundas elaboradas, con muchos seguros, y admiraba algunos de los instrumentos más valiosos del planeta. Estos son para la música lo que la Declaración de Independencia es para la historia de Estados Unidos: reliquias de valor inestimable. El museo tenía dos violines y una viola fabricados por la familia Amati, dos violines de la familia Guarneris y, el más precioso de todos, un violín confeccionado por las manos del mismísimo maestro, Antonio Stradivari. Teniendo cada uno de estos más de trescientos años de antigüedad, merecen la atención. Si se les deja sin tocar, sin afinar y sin interpretar, pierden la capacidad de vibrar. He ahí la razón del señor Mosconi. Su trabajo consistía en una sola frase: tocar música. Cada mañana, salvo los domingos, y todos los meses, salvo agosto, sacaba lo mejor de lo mejor. Él, cautelosa y reverencialmente, sacaba cada instrumento de su respectiva caja de vidrio, lo tocaba por seis o siete minutos y luego lo devolvía antes de seguir con el próximo. Para cuando terminaba su jornada laboral, el museo había escuchado la música más dulce, y los instrumentos más valiosos habían sentido el más delicado de los cuidados. Tú, el señor Masconi y yo tenemos algo en común. Tú no entras todos los días a un museo de Italia. Yo no toco un Stradivarius. Nosotros no somos conservadores de instrumentos musicales. No, nuestra tarea es mucho más importante. Tenemos la oportunidad de sacar lo mejor de las personas. ¿Qué podría causar más alegría que eso? Algunos de esos tesoros viven en tu casa; llevan tu apellido. Tiendes a pensar de ellos como los que olvidan lavar los platos y recoger la ropa lavada. ¿Pero quiénes son en verdad? Son instrumentos finamente afinados, confeccionados por la mano de Dios. Rara vez los consideras así. Continuará...

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