TÚ Y TU CASA CAPÍTULO 20

El cristiano en el hogar C. H. Mackintosh LA CASA DEL CREYENTE EN EL NUEVO TESTAMENTO Asimismo en la casa de Cornelio: “Envía hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro; él te hablará palabras por las cuales serás salvo tú y toda tu casa” (Hechos 11:13-14). Así fue dicho también al carcelero de Filipos: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa” (Hechos 16:31). Después vemos el resultado práctico: “Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios” (v. 34). En el mismo capítulo, Lidia, tras haber sido bautizada, así como su casa, dijo: “Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad” (v. 15). “Tenga el Señor misericordia de la casa de Onesíforo”; y ¿por qué? ¿Acaso debido a las buenas acciones de esta casa hacia el apóstol? No —dijo Pablo—, sino porque él, Onesíforo, “me confortó, y no se avergonzó de mis cadenas” (2.ª Timoteo 1:16). “Es necesario que el obispo sea irreprensible... que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?)” (1.ª Timoteo 3:2, 4-5). En todas estas citas, hallamos la misma gran verdad, a saber, que cuando Dios visita a un hombre, confiriéndole bendiciones y responsabilidades, visita de la misma manera la casa de este hombre. Recorred toda la Escritura inspirada, desde el principio hasta el fin, y veréis este principio práctico cuidadosamente establecido y asentado. Es algo digno de Dios que lo hagamos conocer; pero, ¡ay, amados hermanos en el Señor, cuán infieles hemos sido y cuánto perjuicio hemos ocasionado al testimonio dado al Hijo de Dios en estos últimos tiempos por nuestras faltas a este respecto y a tantos otros! Continuará...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario