TÚ Y TU CASA CAPÍTULO 24

El cristiano en el hogar C. H. Mackintosh LA CASA DEL CREYENTE EN EL NUEVO TESTAMENTO Ahora bien, estoy convencido de que si este juicio tuviera lugar y todo fuese puesto en la luz, se vería que una de las mayores causas de tanto mal, de tanta debilidad y de tan grande caída, consiste en la negligencia de lo que implica la expresión: “Tú y tu casa.” Para algunos observadores, los hijos constituyen la piedra de toque de lo que son los padres; y la casa revela el estado moral de su jefe. Yo jamás podría formarme una idea exacta de lo que es un hombre, según lo que veo u oigo de él en una asamblea. Allí él puede parecer muy espiritual, y enseñar cosas muy bellas y verdaderas; pero, para juzgar sanamente acerca de su persona, permitidme entrar en su casa, y allí podría conocer de él. Él podría hablar como un ángel del cielo, pero si su casa no es gobernada según Dios, no puede ser un fiel testimonio de Cristo. EL SIGNIFICADO DE LA EXPRESIÓN “CASA” Ahora bien, bajo la expresión “casa”, dos cosas — eventualmente tres— se hallan comprendidas: la casa misma, los hijos y, dado el caso, los criados o domésticos. Estas tres cosas, ya sea que las tomemos juntas o por separado, deberían llevar el sello de lo que pertenece a Dios. La casa de un hombre de Dios debiera ser gobernada por Dios, para su gloria y en su nombre. El jefe de una casa cristiana es el representante de Dios. Ya como padre o como amo, él es, para todos aquellos que están bajo su techo, el depositario de la autoridad de Dios, y tiene el deber de actuar según la inteligencia y el desarrollo práctico de este hecho. Sobre este principio debe dirigir su casa y proveer para la misma. Por eso está escrito: “Si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo” (1.ª Timoteo 5:8). Continuará...

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