TÚ Y TU CASA CAPÍTULO 25

El cristiano en el hogar C. H. Mackintosh LA CASA DEL CREYENTE EN EL NUEVO TESTAMENTO Al descuidar la esfera en la que Dios lo ha establecido, él evidencia conocer poco a Aquel a quien es llamado a representar y, por consecuencia, se asemeja poco a Él. Esto es muy simple. Si yo deseo saber qué cuidado debo tener de aquellos que están bajo mi responsabilidad y cómo debo gobernar mi casa, sólo tengo que estudiar cuidadosamente la manera en que Dios cuida de los suyos y en la cual gobierna su casa. Ésta es la verdadera manera de aprender. No se trata aquí de saber si las personas que constituyen la casa son o no convertidas. Lo que deseo urgir en la conciencia de todos los cristianos jefes de familia, es que todo lo que ellos hacen, de un extremo a otro de su marcha, debería llevar muy visiblemente el sello de la presencia de Dios y de su autoridad; que haya un claro reconocimiento de Dios de parte de cada integrante de la casa. La influencia del padre de familia debiera ser tal que, cuando él está allí, cada uno fuese llevado a decir o pensar: Dios está allí; y ello debiera tener lugar, no para que el jefe de la casa sea loado a causa de su influencia moral y de su juiciosa administración, sino simplemente para que Dios sea glorificado. Éste no es un objetivo demasiado inalcanzable, y nunca deberíamos estar satisfechos con nada inferior a él. La casa de todo cristiano debiera ser una representación en miniatura de la casa de Dios, no tanto en cuanto a la condición real de cada integrante en particular, sino en cuanto al orden moral y a la piadosa disposición del conjunto. Algunos podrían sacudir la cabeza y decir: «Todo esto es muy bello, pero ¿dónde lo hallamos?». Me limito a preguntar: ¿La Palabra de Dios enseña y prescribe al cristiano a gobernar su casa de esta manera? Si es así, ¡pobre de mí si rehusara obedecer o faltara en fidelidad a la obediencia! Continuará...

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