TÚ Y TU CASA CAPÍTULO 29
El cristiano en el hogar
C. H. Mackintosh
LA CASA DEL CREYENTE EN EL NUEVO TESTAMENTO
Sin embargo, alguien puede alegar todavía que el cristianismo no aprueba el desorden y la suciedad de las casas, a lo que diría que eso es perfectamente cierto. Conozco pocas cosas que sean más penosas y deshonrosas que ver la casa de un cristiano caracterizada por la suciedad y el desorden. Tales cosas jamás deberían existir en relación con una mente verdaderamente espiritual o incluso bien ordenada. Donde tales cosas existen, podemos estar seguros de que ellas son la consecuencia de algún mal moral. Aquí todavía la casa de Dios se nos presenta de forma especial como un bendito modelo. Sobre la puerta de esta casa puede verse inscripta esta preciosa divisa: “Hágase todo decentemente y con orden” (1.ª Corintios 14:40). El otro punto que veo incluido en la expresión “Tú y tu casa” es el gobierno de los hijos. ¡Ah, éste es un punto doloroso y profundamente humillante para muchos de nosotros, puesto que revela un cúmulo de tristes fracasos! El estado de los hijos tiende a manifestar, más que toda otra cosa, el estado moral de los padres. La medida real de mi renunciamiento a mí mismo y al mundo, se mostrará constantemente en los pensamientos que tengo acerca de mis hijos y en la manera en que trato con ellos y los dirijo. Yo hago profesión de haber renunciado al mundo en cuanto a mí personalmente; pero, ¿he renunciado también al mundo para mis hijos? Algunos exclamarán: «Pero ¿cómo podría hacerlo? Mis hijos no son convertidos y, por consiguiente, son del mundo.» Aquí de nuevo se revela el verdadero estado moral del corazón de aquel que habla así. Él mismo realmente no ha renunciado al mundo, y sus hijos le sirven de pretexto para echar mano nuevamente de las cosas a las que otrora profesó renunciar, pero que en realidad guardaba en el corazón. Mis hijos ¿son o no parte de mí? Seguramente que sí. Pues bien, si yo profeso haber dejado el mundo para mí mismo (Gálatas 6:14), y aun así lo busco para ellos, ¿qué es eso sino la extraña anomalía de un hombre que está mitad en Egipto y mitad en Canaán? Bien sabemos dónde está realmente este hombre en su totalidad: el tal está, de hecho y de corazón, enteramente en Egipto. Continuará...
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