TÚ Y TU CASA CAPÍTULO 35
El cristiano en el hogar
C. H. Mackintosh
LA CASA DEL CREYENTE EN EL NUEVO TESTAMENTO
No solamente con respecto al objeto de la educación de nuestros hijos hemos faltado y arruinado el testimonio, sino que hemos pecado también al no haberlos mantenido, en general, en sujeción a la autoridad paterna. A este respecto, ha habido una gran falta de parte de los padres cristianos. El espíritu del presente siglo es un espíritu de independencia y de insubordinación. “Desobedientes a los padres”, constituye uno de los rasgos de la apostasía de los últimos días (2.ª Timoteo 3:2), y nosotros hemos personalmente contribuido a su desarrollo mediante una aplicación completamente falsa del principio de la gracia, como también por no ver que la relación de padre y de madre comprende un principio de autoridad ejercido en justicia, sin el cual nuestras casas presentarían un triste espectáculo de anarquía y confusión. No proviene de la gracia el hecho de mimar y consentir una voluntad no santificada. Nos afligimos por no tener una voluntad quebrantada y sumisa, y, al mismo tiempo, nos esmeramos en fortalecer la voluntad propia de nuestros hijos. ¡Qué incongruencia!
A mi juicio, siempre es una prueba de debilidad en el ejercicio de la autoridad paterna, así como de ignorancia respecto a la manera en que el siervo de Dios debe gobernar su casa, el hecho de que un padre o una madre le diga a su hijo: «¿Quieres esto o aquello? ¿Quieres hacer tal cosa o tal otra?». Esta pregunta, por simple que parezca, tiende directamente a crear o alimentar eso mismo que debiéramos reprimir y someter por todos los medios a nuestro alcance, es decir, el ejercicio de la voluntad propia en el niño. Por eso, en vez de decirle al niño: «¿Quieres hacer tal cosa?», digámosle primeramente lo que él debe hacer, y jamás permitamos que se le cruce por la cabeza la idea de poner en duda nuestra autoridad. La voluntad de un padre debe ser considerada como suprema por su hijo, pues el padre está para él en el lugar de Dios. Todo poder pertenece a Dios, y Él ha investido de poder a Su siervo, ya sea como padre o como madre. Si, pues, el hijo o el siervo resisten a este poder, resisten a Dios. Continuará...
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