TÚ Y TU CASA CAPÍTULO 36

El cristiano en el hogar C. H. Mackintosh LA CASA DEL CREYENTE EN EL NUEVO TESTAMENTO En cuanto a los siervos, se dice: “Todos los que están bajo el yugo de esclavitud, tengan a sus amos por dignos de todo honor, para que no sea blasfemado el nombre de Dios y la doctrina” (1.ª Timoteo 6:1). Notad que se dice: “Dios y la doctrina.” ¿Por qué? Porque se trata de una cuestión de poder. El nombre de Cristo y la doctrina ponen al amo y al siervo en un mismo nivel, como miembros del mismo cuerpo (en Cristo Jesús no hay diferencia, Gálatas 3:28); pero cuando salgo de allí y me adentro en las relaciones de aquí abajo, me encuentro con el gobierno moral de Dios que hace a uno amo y a otro siervo; y toda infracción cometida contra el orden establecido por este gobierno atraerá un juicio infalible. EL GOBIERNO MORAL DE DIOS Es de inmensa importancia tener un claro entendimiento de la doctrina del gobierno moral de Dios. Ello resolvería muchas dificultades y zanjaría un sinnúmero de cuestiones. Este gobierno se ejerce con una decisión y una justicia particularmente solemnes. Si buscamos en la Escritura todo lo relativo a este tema, hallaremos que, en cada caso en que ha tenido lugar un error o un pecado, este mal ha producido indefectiblemente sus frutos. Adán tomó del fruto prohibido y, al instante, fue expulsado del jardín a un mundo gimiente bajo el peso de la maldición causada por su pecado. Jamás fue reemplazado en el paraíso. La gracia, es verdad, intervino, y le hizo la promesa de un Libertador (Génesis 3:15); además, ella cubrió su desnudez (Génesis 3:21). Sin embargo, su pecado produjo su resultado. Adán tropezó, y jamás recobró lo que había perdido por ello. Moisés, en las aguas de Meriba, abrió su boca con ligereza y, de inmediato, el Dios justo le prohibió la entrada en Canaán. En este caso también la gracia intervino, y aportó algo mejor que lo que había sido perdido: pues era mucho mejor contemplar, desde la cumbre del Nebo, las llanuras de Palestina en compañía de Jehová, que habitarlas con Israel (Deuteronomio 34:1- 5). Continuará...

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