TÚ Y TU CASA CAPÍTULO 39
El cristiano en el hogar
C. H. Mackintosh
LA CASA DEL CREYENTE EN EL NUEVO TESTAMENTO
Ahora bien, todas las veces que los padres cristianos pierden de vista esta gran verdad, sus casas han caído en el desorden. No supieron gobernar a sus hijos y, como consecuencia de ello, sus hijos, con el tiempo, los han gobernado a ellos, pues es menester que el gobierno esté en alguna parte; y si aquellos en cuyas manos Dios puso las riendas, no las tienen como debieran, ellas caerán pronto en malas manos. ¿Podrá haber algo más triste y vergonzoso que ver a los padres gobernados por sus hijos? No dudo de que, a los ojos de Dios, ello presenta una terrible mancha moral, que seguramente atraerá tarde o temprano Su juicio. Un padre que deja deslizar de sus manos las riendas del gobierno, o que no las retiene tenazmente, falta gravemente a su santa y elevada responsabilidad de ser, para su familia, el representante de Dios y el depositario de Su poder. Yo no creo que tal hombre pueda jamás recuperar completamente su posición ni ser, en su tiempo y generación, un fiel testigo de Dios. Puede ser un objeto de la gracia; pero un objeto de la gracia y un testigo para Dios son dos cosas completamente diferentes. Esto puede explicar el lamentable estado de muchos hermanos. Ellos han faltado totalmente a su deber de gobernar sus casas según el Señor, y por eso han perdido su verdadera posición y su influencia moral; de ahí que su energía se viera paralizada, sus bocas cerradas, su testimonio anulado; y si alguno de ellos quisiera alzar su voz débilmente, el dedo del escarnio señalará de inmediato a su familia, trayendo rubor a sus mejillas y remordimientos a su conciencia. Continuará...
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