GÉNESIS PARTE 14
Capítulo 1
POTESTAD Y MAJESTAD DE DIOS EN LA OBRA DE LA CREACIÓN
Adán y Eva, figuras de Cristo y la Iglesia
POTESTAD Y MAJESTAD DE DIOS EN LA OBRA DE LA CREACIÓN
La Iglesia no está revelada en el Antiguo Testamento Aquí no se nos dice nada de la mujer, pero es claro que todo se refiere a ella igualmente como copartícipe en la dirección del señorío asignado al hombre. No hay ninguna revelación directa del misterio de la Iglesia en ninguna parte del Antiguo Testamento. El apóstol Pablo dice que “en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu” (Efesios 3:1-11). Por eso entendemos cómo es que en el Salmo 8 se refiere sólo al hombre, aunque entendemos ahora que se refiere al hombre y a la mujer. Pero Pablo profetiza y nos da el cuadro como estará completo en las edades venideras. Entonces el verdadero Hombre, el Señor del cielo, tomará asiento en el trono y, en compañía de su esposa, se enseñoreará de la creación restaurada. La Iglesia es parte “de su cuerpo, de su carne y de sus huesos” (Efesios 5:30). Él es la cabeza y ella es el cuerpo, haciendo un solo Varón, como lo leemos en el capítulo 4 de Efesios: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (v. 13). La Iglesia, siendo entonces parte de Cristo, tendrá una posición muy exaltada en la gloria. No hubo nadie tan cerca de Adán como Eva, porque ella era parte de él. Así se puede decir de la Iglesia, la que ocupará una posición muy cerca de Cristo en su gloria venidera. Pero esto no es todo. Nos llama la atención no solamente lo que la Iglesia llegará a ser, sino también lo que ella ya es: el actual cuerpo de Cristo en la tierra, siendo Él su cabeza viva. Es el templo en el que Dios ahora tiene su morada. ¿Cómo debemos ser nosotros? Si ésta es la dicha actual y la dignidad futura de la Iglesia, de la cual, por la gracia de Dios, nosotros formamos parte, entonces nos conviene llevar una vida santa, apartada y elevada en este lugar de nuestra peregrinación. Continuará...
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