GÉNESIS PARTE 18

Capítulo 2 EL DÍA SÉPTIMO Y EL RÍO El día séptimo: reposo de Dios Con la caída del hombre, y hasta la hora de la encamación de su Hijo en el mundo, Dios no dejaba de obrar. Desde la encamación hasta la cruz, Dios el Hijo obraba. Desde el día de Pentecostés, Dios el Espíritu Santo viene obrando. Recordamos que Cristo no gozó de ningún sábado durante su per- manencia en la tierra. Es cierto que acabó su obra de expiación, dándole una terminación gloriosa en la cruz; pero eso no era todo lo que tenía que hacer. ¿Dónde, pues, pasó el sábado siguiente? ¡En la tumba! Sí, lector, el Señor Cristo, Dios manifestado en carne, el “Señor del sábado”, el Hacedor y Proveedor de todo el universo, pasó el día séptimo en la negra y silenciosa tumba. ¿Cuál es el significado de esto? ¿Qué es lo que nos quiere decir? ¿Que ese fue día de reposo para él? ¿Podría el Hijo de Dios haber permanecido en la tumba ese día si le hubiese correspondido el derecho de gozar de él en paz y quietud por sentir que no le quedaba más que hacer? ¡Imposible! No necesitamos mejor prueba que el ejemplo del Señor Jesús para indicar cuán imposible es celebrar un sábado. La muerte no es el lugar de descanso para él. Cuando nos paramos junto a esa tumba y encontramos allí el cuerpo inerte de Jesús, no hallamos ningún símbolo de sábado o de reposo. El hombre es una criatura caída, armiñada y culpable. Su larga carrera de pecado termina en la crucifixión de su Señor de gloria, y al fin le pone en un sepulcro debajo de la roca, con una inmensa piedra cubriendo la entrada para impedir, de ser posible, su salida. Continuará...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario