GÉNESIS PARTE CUATRO
Capítulo 1
POTESTAD Y MAJESTAD DE DIOS EN LA OBRA DE LA CREACIÓN
Las tinieblas y la luz
Con esto se satisface el espíritu dócil. Bien puede la Filosofía mofarse de nosotros y acusarnos de la más crasa ignorancia, de una credulidad ciega que conviene sólo a los tiempos semibárbaros y que no puede ser digna de los hombres que viven en esta época de luces. El museo y el telescopio han puesto a nuestra disposición una multitud de hechos de los cúales el escritor sagrado no sabía nada. ¡Ay! ¡qué sabiduría! ¡qué erudición! No; más bien decimos: ¡Qué necedad! ¡Qué insensatez! Éstos ignoran por completo el motivo y el designio de la narración sagrada. No es el propósito de Dios, en esta revelación, darnos lec ciones de Geología o convertimos en astrónomos. No es su intención enseñamos los detalles que el microscopio o el telescopio tendrán que presentar; no; el objeto del Espíritu es conducimos hasta la presencia de Dios, a fin de que le adoremos con el corazón muy enriquecido con las enseñanzas de la Palabra divina. Es cierto que éstas no son razones que satisfagan al que pretende ser filósofo. Éste, despreciando lo que llama prejuicios bajos y estrechos del discípulo reverente a la Palabra, toma su telescopio y procede a examinar los cielos, o bien cava hasta las entrañas de la tierra en busca de estratos, cristalizaciones y fósiles, a fin de modificar y mejorar (por no decir desmentir) esta narración de la creación. Con todas estas oposiciones de la “falsamente llamada ciencia” no tenemos nada que ver (1 Timoteo 6:20). Creemos que todos los descubrimientos verdaderos —ya sean en los cielos, en la tierra o en las aguas—, armonizarán con lo que está escrito en la Palabra de Dios, y todas las teorías que no armonicen de esta manera tienen que ser rechazadas por todo amante de la Escritura. Esta posición es la única que puede dar descanso al creyente en estos días en los que el ambiente se llena de toda clase de teorías y especulaciones, las cuales saben mucho de racionalismo y positivismo ateísta. Es necesario que el corazón esté firme en cuanto a la inspiración plena, eficaz y autoritaria del tomo sagrado. Continuará...
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