GÉNESIS PARTE 29
Capítulo 2
EL DÍA SÉPTIMO Y EL RÍO
Responsabilidad de Adán: obedecer
En medio de la escena de Edén, hermoso colmo de la creación, el hombre fue colocado como testigo y para pasar por una prueba. Se le habla de la muerte en medio de la vida. “El día que de él comieres, ciertamente morirás” (v. 17). ¡Qué lúgubre nota! ¡Qué amonestación solemne! Era necesaria, porque la vida de Adán, como ser racional y libre, pendía de un hilo, y ese hilo era la obediencia absoluta. El lazo que le ligaba a Jehová Dios, tenía una sola hebra: el cumplimiento de la expresa voluntad de Dios, basado en una confianza completa en Aquel que le había colocado en su elevada posición de dignidad. Confianza, digo, en Su veracidad y en Su amor personal hacia él. No le sería posible obedecer si no podía confiar. Entenderemos mejor esa relación al estudiar los sucesos del tercer capítulo.
Quiero hacer una pausa, al pasar una referencia al contraste entre el testimonio que fue establecido en Edén y el que el mundo ahora tiene. Entonces, cuando todo en derredor rebosaba de vida, Dios le habló al hombre de la muerte-, ahora, por el contrario, en medio de la muerte y la ruina, Dios nos habla de la vida. Entonces la amonestación era: “Porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (2:17). Ahora la palabra es: “El que cree... vivirá” (Juan 11:25). Así como en Edén el adversario procuró invalidar el testimonio de Dios y hacer que el hombre no creyese esa amenaza en cuanto al resultado de la desobediencia, así ahora el mismo enemigo procura hacer que no se acepte la invitación del Evangelio. Continuará...
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