GÉNESIS PARTE 33
GÉNESIS
El río del Edén, imagen del río de la gracia
LA CAÍDA
El valor de la Palabra de Dios.
No hay otra cosa que nos llame más la atención que la Escritura nos señale que ella es digna de la más profunda reverencia y de la obediencia más exacta. Debemos obedecer la Palabra de Dios simplemente porque es su Palabra. Dudar de ella, pese a saber que es el medio por el cual Dios nos habla, es lo mismo que blasfemar su nombre. Nosotros somos criaturas de su mano y él es el Creador;" ¿Quién, mejor que él, tiene derecho a demandar obediencia? El escéptico puede decir, si quiere, que prestamos una obediencia ciega cuando no dudamos ni preguntamos, pero nosotros llamamos a eso obediencia inteligente, por cuanto se funda en un conocimiento seguro de que es la Palabra de Dios. Si no tuviéramos esa Palabra, andaríamos en medio de la oscuridad más densa, porque no hay ningún rayo de luz en nuestro corazón ni en el mundo que nos rodea que no emane directamente de esa Palabra pura y eterna. Lo más importante es preguntamos: ¿Ha hablado Dios? Entonces la obediencia sin reservas se convierte en el acto de la más elevada categoría de que sea capaz la inteligencia, pues cuando el alma percibe que está en contacto con Dios no puede reconocer autoridad más elevada. En la esfera de las relaciones entre Dios y el hombre, ningún hombre o ningún cuerpo de hombres podrá legítimamente arrogarse una autoridad para imponer obediencia a sus decretos alegando como razón la eminencia de su índole personal. Por esta razón tenemos que rechazar las pretensiones de la iglesia de Roma por arrogantes e impías. Al demandar ella una obediencia a su autoridad, usurpa la prerrogativa de Dios, y todos los que le rinden lealtad, se la quitan a Aquel a quien en realidad le pertenece. La iglesia de Roma pretende tomar el lugar de Dios en la conciencia, y eso es blasfemia imperdonable. Cuando Dios habla, no le resta al hombre más que obedecer. ¡Dichoso si lo hace!, pues la incredulidad se esconde detrás de la duda con respecto al carácter de la Biblia como Palabra divina. La superstición se vale de la ignorancia acerca de la autoridad que se atribuye el hombre para esclavizar la conciencia. Las dos procuran quitar de la Palabra divina su derecho a servir al hombre como antorcha segura para dirigirle en el sendero de la obediencia. Continuará...
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