GÉNESIS PARTE 35
GÉNESIS
El río del Edén, imagen del río de la gracia
LA CAÍDA
La plena inspiración de las Escrituras
Este caso sirve de solemne advertencia a todos los que se exponen al peligro del racionalismo impío de nuestros tiempos. La única protección adecuada contra él es una fe inamovible en la inspiración plena y la autoridad suprema de TODA ESCRITURA. El alma que se refugia detrás de este baluarte tiene una respuesta para toda clase de objeción, sea que provenga de Roma o del racionalismo de Alemania. “Nada hay nuevo debajo del sol” (Eclesiastés 1:9). El mismo mal que ahora corrompe las fuentes de las ideas religiosas en Inglaterra y en otros países protestantes es el mismo que derribó la fe de Eva en el huerto de Edén. El primer paso en su curso vertiginoso hacia el pecado fue la admisión de la duda encerrada en la pregunta: “¿Conque Dios os ha dicho...?” (3:1). De aquí siguió adelante gradualmente hasta que llegó a postrarse ante la serpiente y a reconocerla como su dios y como la fuente de toda verdad. Sí, lector, la serpiente toma el lugar de Dios y la mentira de la serpiente el lugar de la verdad divina. Así sucedió con el primer hombre y así ha sucedido siempre con toda su posteridad. La Palabra de Dios no halla cabida en el corazón no regenerado porque la ha sustituido la mentira de Satanás. Si examinamos todos sus escondrijos descubriremos que muy bien caben allí las especies de Satanás, pero no cabe la verdad de Dios. He aquí el solemne significado de la advertencia de Jesús cuando dice a Nicodemo: “Os es necesario nacer de nuevo" (Juan 3:7). Doctrina que pretende aceptar de la revelación divina sólo lo que comprende la razón humana.
Ahora debemos considerar la mentira de la serpiente y los medios que ésta empleó para hacer vacilar la confianza de Eva en la verdad de Dios y para ponerla bajo el poder de la «razón» incrédula. Satanás procuró destruir la confianza de Eva en lo que Dios había dicho, haciéndole creer que Él no obraba con amor. Dijo: “Sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (v. 5). Continuará...
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