GÉNESIS PARTE 37

GÉNESIS El río del Edén, imagen del río de la gracia LA CAÍDA La plena inspiración de las Escrituras La verdad revela a Dios tal como él es, pero esta verdad se revela en unión con la gracia perfecta, y así el pecador descubre, con gran gozo, que esta revelación, en lugar de amenazarle con destrucción, es la base para una “eterna salvación”. “Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). Es imposible conocer a Dios sin tener la vida. La pérdida del conocimiento de Dios determinaba la muerte, pero el conocimiento de él es vida. Según esta interpretación, la vida eterna nos es algo enteramente exterior y dependiente sólo de Dios y de lo que él es. No importa que uno se conozca a sí mismo muy bien; eso no será la vida eterna. La Palabra no dice: «Ésta es la vida eterna, que nos conozcamos a nosotros mismos». Es cierto que el conocimiento de Dios ayuda mucho a conocemos a nosotros mismos, pero la vida eterna depende de lo primero y no de lo segundo. Conocer a Dios, tal como él es, es la vida, y “los que no conocieron a Dios... sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor” (2 Tesalonicenses 1:8.9). Es muy importante comprender que aquello que determina el carácter y la condición futura de cualquier hombre es el conocimiento que tenga de Dios o su ignorancia acerca de Él. Esto es lo que marca su carácter aquí y fija su destino en el mundo venidero. ¿Es el hombre malo en sus pensamientos, malo en sus palabras, malo en sus actos? Son los frutos de su ignorancia respecto de Dios. Por otra parte, si el hombre tiene pensamientos puros, practica una conversación piadosa y está lleno de gracia en sus actos, se sabe que todo esto es el resultado práctico del conocimiento que él tiene de Dios. Lo mismo pasa en cuanto a su porvenir. Continuará...

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