GÉNESIS PARTE 40
GÉNESIS
LA CAÍDA
Deseos de la carne, deseos de los ojos y vanagloria de la vida
¡Cuán útil es este ejemplo para los fieles en cualquier circunstancia! Jesús no se apartó de las Escrituras, y en esto consistió el secreto de su triunfo. Sin otra arma que esta misma espada del Espíritu, se puso firme en la lucha y obtuvo la victoria. ¡Pobre Adán! ¡Qué contraste nos ofrece! Todo obraba a su favor, mientras que Cristo halló todo en su contra. Los deleites del huerto, que no dejaban nada que desear, ayudaban a Adán a resistir. Las privaciones del desierto deberían haber obligado al Señor Jesucristo a ceder. El primero lloró después de una derrota que trajo una larga cadena de tristes consecuencias; el Otro “llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres” (Efesios 4:8). ¡Bendito sea el Dios de toda gracia porque puso nuestra causa en manos de Uno tan poderoso para vencer, tan poderoso para salvar!
La conciencia
Preguntémonos a continuación cuáles eran las ventajas que Adán y Eva pensaban recibir de su desobediencia. Esta pregunta nos conduce a un estudio de un punto muy importante en conexión con su caída. Dios había dispuesto que, con su caída en la desobediencia, al hombre se le despertara la conciencia, es decir, que tuviera un conocimiento del bien y del mal. Evidentemente, el hombre no tenía ese conocimiento con anterioridad. No pudo saber nada del mal porque no existía. Vivía en un estado de inocencia porque ignoraba la naturaleza del mal. Al hacer el mal, las conciencias de Adán y Eva se despertaron y su primer fruto fue que el hombre se llenara de temor. La conciencia nos hace cobardes. Satanás había engañado por completo a la mujer. Le había dicho: “Serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (3:5). Pero había suprimido una parte esencial de la verdad: que conocerían el bien sin poderlo hacer y conocerían el mal sin poderlo evitar. Continuará...
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