GÉNESIS PARTE 46

GÉNESIS Deseos de la carne, deseos de los ojos y vanagloria de la vida Dios busca al hombre Aquí le hallamos echando la culpa de su vergonzosa caída a las circunstancias en que Dios le había puesto, como si Dios mismo tuviera la culpa por haberle rodeado de ellas. Así ha hecho siempre el hombre no regenerado. A todo y a todos culpa, menos a sí mismo. Mas el hombre verdaderamente arrepentido manifiesta un espíritu muy contrario a ése: “Contra ti, contra ti solo he pecado” (Salmo 51:4), es el lamento del alma contrita. Si Adán se hubiera conocido bien, ¡cuán diferente habría sido su modo de responder! Pero no conoció a Dios ni a sí mismo y, por lo tanto, echa la culpa, no sobre sí mismo, sino sobre Dios. Ésta, pues, es la terrible situación en la que se halla el hombre. Había perdido todo: su dominio, su dignidad, su felicidad, su inocencia, su pureza y su paz. Todo se le había ido, y lo peor era que quiso hacer que Dios tuviese la culpa. ¡Allí está, un pecador perdido, arruinado y culpable y, sin embargo, lleno de excusas e injusto en su fingida defensa! El hombre no solamente acusa a Dios de su caída, sino que tam- bién le reprocha el hecho de dejarlo en tal estado. Hay gentes que dicen que no pueden creer, a menos que Dios les dé la capacidad de creer; y además que, a menos de ser objeto de los eternos designios de Dios, no pueden ser salvados. Ahora bien; es cierto que nadie puede creer el Evangelio si no es por medio del poder del Espíritu Santo; y es igualmente verdad que los que así piensan son bienaventurados objetos de los eternos consejos de Dios. Pero ¿esto excluye la responsabilidad del hombre en cuanto a creer el testimonio claro y simple que la Escritura pone ante él? No, seguramente; al contrario, todo manifiesta la maldad del corazón del hombre que lo lleva a rechazar el testimonio de Dios claramente revelado y a pretextar, como motivo de ese rechazo del decreto de Dios, que éste es un profundo secreto, conocido sólo por Dios. Pero esta excusa no aprovechará a nadie, pues está escrito que aquellos que no “obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo ... sufrirán pena de eterna perdición” (2 Tesalonicenses 1:8,9). Continuará...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario