GÉNESIS PARTE 49
GÉNESIS
Deseos de la carne, deseos de los ojos y vanagloria de la vida
Revelación de la gracia de Dios
Tan luego como el hombre tiene conocimiento de su verdadero estado, es víctima de un desasosiego eterno que puede dar lugar al descanso sólo cuando el alma halla a Dios por medio de su revelación de amor en la cruz y se echa en sus brazos para conseguir perdón. Dios es en verdad el refugio y el consuelo de toda alma creyente. Las obras humanas y todo esfuerzo hecho para obtener una justificación propia quedan así excluidos. Podemos afirmar, sin hacer reserva alguna, que todos aquellos que buscan su descanso espiritual en estos sustitutos ilegales ignoran todavía la verdad acerca de su condición actual. Es imposible que una conciencia, una vez despertada por las acusaciones del Espíritu, se conforme con algo menos que el sacrificio perfecto que el Hijo de Dios le ofrece. Cualquier esfuerzo que tenga por objeto establecer la justicia del hombre nace de una ignorancia completa acerca del carácter de la justicia divina. El testimonio divino con respecto a la simiente de la mujer tenía que probar a Adán lo inútil e inservible que era el delantal de hojas. La grandeza del plan de Dios es la mejor evidencia de que ningún esfuerzo humano valdría para efectuar una cosa semejante.
Era necesario que el pecado fuese deshecho. ¿Lo pudo hacer el hombre? Ahora no, porque él acababa de abrirle la puerta. Era necesario que la cabeza de la serpiente fuese herida. ¿Lo pudo hacer el hombre? No, porque acababa de hacerse esclavo de la serpiente. Era necesario que las demandas de la justicia divina fueran satisfechas. ¿Lo pudo hacer el hombre? No, porque acababa de pisotearlas sin excusa. Era necesario que la muerte fuera abolida. ¿Lo pudo hacer el hombre? Su desobediencia acababa de entronizarla y darle un aguijón con que azotar al hombre continuamente. Así vemos que, desde cualquier lado que estudiemos la situación, no hallamos nada a favor del hombre; sólo comprobamos que está enteramente sin recursos e impotente y, al mismo tiempo, y como consecuencia natural de ello, vemos también la insensatez y presunción de todo esfuerzo humano que procure ayudar a Dios en su estupenda obra de la redención. Entendámoslo bien: el único camino de la salvación es la gracia y la fe en Dios, quien lo hace todo. Continuará...
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