GÉNESIS PARTE 53

GÉNESIS Deseos de la carne, deseos de los ojos y vanagloria de la vida CAÍN Y ABEL: DIFERENTE ACTITUD DE DOS PECADORES ANTE DIOS Un hombre mundano y un hombre de fe Al abrir cada nueva porción de este libro del Génesis, se renueva en nosotros la idea de que estos capítulos son la sementera de todas las doctrinas bíblicas, y que ellos encierran a la vez los fundamentos de toda la historia de la humanidad. Así, el capítulo 4 nos ofrece, con la historia de Caín y Abel, los primeros ejemplos del hombre mundano y del hombre de fe. Nacieron fuera de Edén y eran, por supuesto, los hijos de sus padres en su estado caído, y, por lo tanto, no hubo nada en sus condiciones naturales que distinguiera al uno del otro. Los dos eran pecadores y habían heredado una naturaleza pecaminosa. Es necesario admitir esto para ver con claridad la realidad de una operación de gracia en uno de los dos casos que no la hubo en el otro. De lo contrario, la historia no nos será inteligible. Si la diferencia entre las acciones del uno y del otro se explica por medio de alguna diversidad en sus temperamentos, entonces se debe entender que no eran participantes de la caída naturaleza de sus padres, ni participantes de las consecuentes circunstancias de esa caída, y, por lo tanto, no habría podido haber lugar para la manifestación de la gracia por parte de Dios ni para el ejercicio de la fe por parte de Abel. Algunos enseñan que todo hombre nace con cualidades y facultades que, en caso de ser bien usadas, le capacitarán para volver a Dios. Esto lo dicen en contradicción directa con lo que se anuncia claramente en esta historia. Caín y Abel nacieron, no dentro, sino fuera del paraíso. Eran hijos, no de Adán en su inocencia, sino de Adán en su pecado. Habían entrado en el mundo hechos ya partícipes de la naturaleza de su padre, y poco importaba bajo qué faz de su naturaleza manifestaron sus caracteres particulares como individuos. Continuará...

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