GÉNESIS PARTE 59
Un hombre mundano y un hombre de fe
Ninguna otra cosa podría haberlo hecho. Si hubiera seguido hasta el día de hoy yendo por todas partes “haciendo bienes”, el velo habría v permanecido entero y habría seguido siendo una barrera infranqueable para el adorador que buscara el Lugar Santísimo. Así nos consta que Caín edificó sobre fundamento de arena cuando procuró acercarse a Dios por medio de sus ofrendas. Un pecador no perdonado que entra en la presencia de Dios trayendo su sacrificio vegetal se hace culpable de la más grande presunción. Es cierto que había trabajado para producir su ofrenda, mas ¿de qué le valió eso? ¿Podría la labor remover la maldad del pecado? ¿Podría el trabajo satisfacer las demandas de la santidad divina? ¿Podría ser la base para que Dios la aceptara? ¿Podría anular o expiar la pena que el pecado había merecido? ¿Podría quitarle a la muerte su aguijón y a la tumba su victoria? ¿Podría hacer una sola de todas estas cosas? ¡Imposible! “Sin derramamiento de sangre no hay remisión”. La ofrenda vegetal de Caín, como todo otro sacrificio incruento, no solamente no tenía valor, sino que en realidad era una abominación a los ojos de Dios. Su acto demostró su ignorancia, no solamente ern cuanto a su propia condición, sino al carácter divino. Dios “no es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo” (Hechos 17:25). Pero Caín obró como si hubiera podido abrirse camino hacia Dios por medio del producto de la tierra. Hay muchos que piensan lo mismo todavía. Caín ha tenido sus millones de imitadores en todo tiempo. El culto de Caín es el culto universal. Es el culto de todos aquellos que no se arrepienten, de los inconversos que tienen la necedad de inventar otro sistema de religión fuera de aquel que Dios reveló. Continuará...
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