APLAUSO DE CIELO 38 PARTE


 APLAUSO DE CIELO 38 PARTE

DICHOSOS… LOS DE CORAZÓN HUMILDE…

7. LA GLORIA DE LO COMÚN

El rey trató de equipar un poco a David. «¿Qué quieres muchacho? ¿Coraza? ¿Espada? ¿Granadas? ¿Rifles? ¿Un helicóptero? Te convertiremos en un Rambo». David pensaba en otra cosa. Cinco piedras lisas y una honda de cuero común y corriente. Los soldados contuvieron el aliento. Saúl suspiró. Goliat se burló. David hizo girar la honda. Y Dios se expresó con claridad. «Cualquiera que subestime lo que puede hacer Dios con las cosas comunes tiene piedras en su cabeza». ¿Y el ciego que descubrieron Jesús y los discípulos?  Los seguidores pensaron que era un gran caso de estudio teológico. —¿Por qué piensas que es ciego? —preguntó uno. —Debe haber pecado. — No, la culpa es de sus padres. —Jesús, ¿qué crees tú? ¿Por qué es ciego? —Es ciego para mostrar lo que puede hacer Dios. Los apóstoles sabían lo que se venía; habían visto anteriormente esa mirada en los ojos de Jesús. Sabían lo que iba a hacer, pero no sabían cómo lo haría. «¿Relámpagos? ¿Truenos? ¿Un grito? ¿Un aplauso?» Todos observaban. Jesús empezó a mover un poco la boca. Los espectadores miraban fijamente. «¿Qué está haciendo?» Movía la mandíbula como si estuviese masticando algo. Algunas de las personas comenzaron a inquietarse. Jesús seguía masticando. Su mandíbula hacía movimientos circulares hasta que tuvo lo que quería. Saliva. Saliva común y corriente. Si nadie lo dijo, alguien lo debió pensar: «¡Puaj!» Jesús escupió en el suelo, metió su dedo en la mezcla y la revolvió. Pronto se convirtió en un pastel de lodo, y untó un poco en los ojos del ciego. El mismo que convirtió una vara en cetro y una piedra en misil, ahora convirtió saliva y lodo en bálsamo para la ceguera. Una vez más, lo mundano se volvió majestuoso. Una vez más lo aburrido se volvió divino, lo simple santo. Una vez más el poder de Dios fue visto no a través de la habilidad del instrumento, sino por medio de su disponibilidad. «Dichosos los de corazón humilde», explicó Jesús. Dichosos los que están dispuestos. Dichosos los conductos, los túneles, las herramientas. Delirantemente gozosos son aquellos que creen que si Dios ha usado varas, rocas y saliva para hacer su voluntad, puede entonces usarnos a nosotros. Haríamos bien en aprender una lección de la vara, la roca y la saliva. No se quejaron. No cuestionaron la sabiduría de Dios. No sugirieron un plan alternativo. ¡Quizás la razón por la cual el Padre ha usado tantos objetos inanimados para su misión es porque ellos no le dicen cómo hacer su obra! Es como la historia del barbero que se hizo pintor. Cuando le preguntaron por qué había cambiado de profesión, respondió: «Un lienzo no me dice cómo embellecerlo». Tampoco lo hacen los de corazón humilde.

Es por eso que el anuncio fue primero a los pastores. Ellos no le preguntaron a Dios si estaba seguro de lo que hacía. Si el ángel se hubiese presentado a los teólogos, habrían consultado primeramente sus comentarios. Si se hubiese presentado a la élite, habrían mirado a su alrededor para ver si alguno estaba observando. Si se hubiese presentado a los triunfadores, primero habrían visto sus calendarios. De modo que se presentó a los pastores. Hombres que no tenían una reputación que proteger ni intereses egoístas ni necesidad de escalar posiciones. Hombres que no sabían lo suficiente para decirle a Dios que los ángeles no le cantan a las ovejas y que los mesías no se encuentran envueltos en trapos durmiendo en pesebres. Una pequeña catedral en las afueras de Belén marca el sitio que supuestamente es el lugar de nacimiento de Jesús. En la iglesia, detrás de un elevado altar, hay una cueva, una pequeña caverna iluminada por lámparas de plata. Uno puede entrar al edificio principal y admirar la antigua iglesia. También puede entrar a la silenciosa cueva donde una estrella grabada en el piso reconoce el nacimiento del Rey. Existe, sin embargo, una cláusula. Es necesario agacharse. La puerta es tan baja que no es posible entrar erguido. Lo mismo es cierto en el caso de Cristo. Es posible ver al mundo en posición erguida,pero para ver al Salvador, es necesario arrodillarse. Así que… mientras los teólogos dormían, los de la élite soñaban y los triunfadores roncaban, los de corazón humilde estaban arrodillados. Arrodillados delante de Aquel al que sólo verán los de corazón humilde. Estaban arrodillados delante de Jesús.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario