DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 11

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 11

Introducción

Cuando, en otro tiempo, Jacob fue llamado a salir de en medio de las contaminaciones de Siquem y a ascender a Betel, no tenía sino poca idea de cuánto él y su familia se habían dejado atrapar en las redes de la idolatría. Pero el llamado de Dios: “Sube a Bet-el”, despierta sus energías adormecidas, reaviva su conciencia y agudiza su percepción moral. Por eso dice a su casa: “Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos” (Génesis 35:2). La sola idea de Betel (donde Dios le había aparecido) en contraste con Siquem, ejerció una influencia revitalizadora en el alma de Jacob y, vuelto a despertar, puede conducir a los demás con renovado poder. 

Lo mismo ocurre con la posteridad de Jacob, en el capítulo que estamos considerando. “Habló Samuel a toda la casa de Israel, diciendo: Si de todo vuestro corazón os volvéis a Jehová, quitad los dioses ajenos y a Astarot de entre vosotros, y preparad vuestro corazón a Jehová, y sólo a él servid, y os librará de la mano de los filisteos” (1 Samuel 7:3). Vemos aquí, hasta dónde habían descendido los israelitas en relación con la casa de Elí. El primer paso en el mal, es poner su confianza en una forma religiosa, dejando de lado a Dios, dejando de lado también los principios que dan a la forma su valor. El paso siguiente es erigir un ídolo. Por eso vemos que Israel dice primero sobre el arca: “para que… ésta nos salve”, y luego, por boca del profeta, leemos: “quitad los dioses ajenos y a Astarot de entre vosotros” (1 Samuel 4:3, VM; 7:3). Lector, ¿no hay en todo esto una solemne advertencia para la iglesia profesante? Ciertamente que sí. Los días actuales son, de manera particular, un tiempo de forma sin poder. El espíritu de un formalismo frío y sin influencia, se mueve en la superficie de las turbulentas aguas de la cristiandad, y pronto todo se reducirá a la calma de muerte de una profesión falsa, que sólo se romperá por “la voz del arcángel y con trompeta de Dios” (1 Tesalonicenses 4:17, VM). Continuará...


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