DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 8


 DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 8

Introducción

Difícilmente podamos concebir algo más humillante y deprimente, en apariencia, que el estado en que se encontraba Israel en ese momento de su historia. El arca había sido arrebatada de en medio del pueblo; ellos demostraron ser indignos e incapaces de ocupar el lugar de testigos de Dios ante las naciones vecinas; y en cuanto a los motivos de triunfo que tenían sus enemigos, bastaba con decir: «el arca está en la casa de Dagón». Desde cierto punto de vista, esto era verdaderamente terrible; pero, desde otro punto de vista, ¡qué gloria maravillosa vemos estallar! Israel había faltado, había perdido todo lo que era sagrado y precioso para él, había dejado que el enemigo arrastrase su honor en el polvo y pisotease su gloria; pero Dios estaba por encima de todo. Allí se encontraba la fuente profunda de consuelo para todo corazón fiel. Verdaderamente Dios estaba allí, y él mismo se mostró en su maravilloso poder y gloria. Si Israel no fue capaz de defender el arca de Dios, Dios actuará por sí solo. Los príncipes de los filisteos habían vencido a Israel, pero los dioses de los filisteos caen postrados delante de esta arca que, en otro tiempo, había hecho retroceder las aguas del Jordán. Tal era el triunfo divino. En las tinieblas y la soledad de la casa de Dagón, allí donde no había ningún ojo para ver, ningún oído para oír, el Dios de Israel obraba para defender estos grandes principios de verdad que su pueblo de Israel no había sabido mantener. Dagón cae, y su caída proclama el honor del Dios de Israel. Las tinieblas del momento sólo proveen a la gloria divina una ocasión de brillar con todo su esplendor. La escena estaba tan vacía de la criatura, que el Creador podía desplegar todo Su carácter. Como reza el refrán: «La extrema necesidad del hombre es la oportunidad de Dios». La falta y la caída del hombre dieron lugar a la fidelidad de Dios. Los filisteos demostraron ser más fuertes que Israel, pero Jehová era más poderoso que Dagón. 

Todo está repleto de instrucción y de aliento para el tiempo presente, cuando, entre el pueblo de Dios, se advierte una tan triste decadencia en relación con la devoción y la separación que deberían caracterizarlo. Continuar...


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