DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 31

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 31

1- DAVID ES UNGIDO REY

Podemos decir de verdad: “Jehová es mi pastor; nada me faltará”. ¿Cómo podríamos estar necesitados, cuando es Jesús quien nos apacienta? Esto es imposible. Nuestros corazones insensatos pueden desear alimentarse a menudo de pastos malsanos, y nuestro Pastor puede tener que mostrarnos los cuidados de su gracia en nosotros privándonos de los tales, pero una cosa es cierta: que aquellos a los que Jesús apacienta “no tendrán falta de ningún bien” (Salmo 34:10). 

Hay, en el carácter de pastor, algo que parece estar completamente en armonía con el pensamiento divino. Encontramos, en efecto, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, actuando en este carácter. El Salmo 23, en su primera aplicación, puede considerarse como la experiencia de Cristo, complaciéndose en la seguridad de que su Padre lo conduce y vela por él como un pastor. Luego, el capítulo 10 del evangelio de Juan, nos muestra al Hijo como el buen Pastor. Y, por último, en Hechos capítulo 20, y en 1 Pedro 5, vemos al Espíritu Santo actuando como tal, suscitando y dotando para su obra, a los pastores subordinados. Es edificante para el alma, observar cómo nuestro Dios se nos presenta en las relaciones que implican los más tiernos cuidados, y que son las mejor calculadas para atraer nuestros afectos y ganar nuestra confianza. ¡Bendito sea su nombre para siempre! Sus caminos son todos perfectos: nadie hay semejante a él. 

Fijemos nuestra atención en el contraste que existe entre las circunstancias en las cuales Samuel encontró a David, y aquellas en que encontró a Saúl. Recordemos que Saúl había ido a buscar las asnas de su padre, cuando entró en contacto con Samuel. No interpreto el hecho, solamente lo menciono. Creo que tiene un significado en cuanto a los futuros caminos de Saúl, así como la ocupación de David en el redil de las ovejas, anunciaba su futura carrera como pastor de Israel. Continuará...


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