DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 38


 DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 38

2- EL VALLE DE ELA

“Y dijo David a Saúl: No desmaye el corazón de ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará contra este filisteo” (1 Samuel 17:32). Tal es la fe. Ninguna dificultad la intimida; nada la puede detener. ¿Qué era el filisteo para David? ¡Nada! Su prodigiosa estatura, su formidable armadura, no eran sino meras circunstancias, y la fe jamás mira las circunstancias; mira directamente a Dios. Si el alma de David no hubiera estado llena de energía por la fe, jamás habría podido decir estas palabras: “Tu siervo irá”; porque, oigamos las palabras de aquel que tendría que haber sido el primero en enfrentar al terrible enemigo de Israel: “Dijo Saúl a David: No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él” (v. 33). ¡Qué lenguaje para un rey de Israel! ¡Qué contraste entre el hombre simplemente revestido de un cargo y el hombre que actúa en el poder de la fe! Seguramente, Saúl habría debido tomar la iniciativa de defender el rebaño confiado a sus cuidados. Pero Saúl no se preocupaba por Israel, a menos que Israel se relacionara con su persona, y por eso podemos afirmar que exponer su vida para defender al pueblo, era algo que jamás habría tenido cabida en su corazón egoísta. Y no solamente no podía ni quería actuar él mismo, sino que habría querido paralizar las energías de aquel que manifestaba los frutos del principio divino implantado en él, y que demostraría ser absolutamente capaz de cumplir la tan elevada función que el propósito de Dios le había asignado y que había sido ungido para este fin. 

“No podrás tú”. Era verdad; pero Jehová era capaz, y David se apoyaba simplemente en la fuerza de Su brazo. Su fe echaba mano del poder de Aquel que apareció a Josué bajo los muros de Jericó, con una espada desenvainada en su mano, el “Príncipe del ejército de Jehová” (Josué 5:13-14). David sentía que Israel no había dejado de ser el ejército de Jehová, por más decaído que estuviere si se lo compara con lo que era en los días de Josué. Sí, Israel todavía era el ejército de Jehová, y la batalla también era la batalla de Jehová de la misma forma que lo era cuando el sol y la luna fueron detenidos en su curso, a fin de que Josué pudiese ejecutar el juicio de Dios sobre los cananeos (Josué 10). La simple fe en Dios es lo que sostenía el espíritu de David, aunque Eliab lo acusara de orgullo y Saúl hablara de su incapacidad.  Querido lector, nada da más energía y poder para perseverar, que la conciencia de que se actúa para Dios y de que Dios actúa con nosotros. Esto quita todo obstáculo, eleva el alma por encima de toda influencia humana, y la introduce en la región de la omnipotencia. Continuará...


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