DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 47


 DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 47

2- EL VALLE DE ELA

La necesidad de una liberación era extrema, y no había nada para responder a ello. Así pues, cuando aparece el hombre que abate el orgullo del enemigo y salva a Israel, ¿ha de sorprendernos el hecho de que el alma de Jonatán se ligue a él con un afecto puro y sincero? Y cabe recordar que es David mismo, y no su obra, lo que toca el corazón de Jonatán. Admiraba la victoria que obtuvo, sin duda; pero mucho más aún al vencedor. Si es interesante observar esto, ¡cuán precioso es para nosotros hacer la aplicación al verdadero David, a Aquel de quien el pastor de Belén era un sorprendente tipo! 

No cabe duda de que la escena entera es la imagen de una liberación infinitamente más grande. En Goliat, vemos el poder por el cual el enemigo mantenía cautivas a las almas, poder del cual ningún medio humano podía liberar. El enemigo podía seguir viniendo en actitud de reto día a día, año tras año, sin que nadie fuese capaz de responderle. De generación en generación, podía oírse la solemne sentencia contra la posteridad caída del Adán pecador: “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27), y, al igual que Israel en el valle de Ela, la única respuesta del hombre frente a esta sentencia era el más aterrador espanto. “Por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Hebreos 2:14). Había una profunda necesidad sentida e insatisfecha, un enorme vacío imposible de llenar. El corazón del hombre suspiraba ardientemente por algo, pero en vano. Los derechos de la justicia divina no fueron satisfechos, ni podían serlo; la muerte y el juicio fruncían el ceño a la distancia y, ante esta perspectiva, el hombre sólo podía temblar. Pero, bendito sea el Dios de toda gracia, un Libertador apareció, el único que podía salvar: el Hijo de Dios, el verdadero David, el Rey ungido de Israel y de toda la tierra. Respondió a las necesidades, llenó el vacío y satisfizo plenamente los ardientes deseos del corazón. Pero ¿dónde, cómo y cuándo?: En el Calvario, por su muerte, en esa hora terrible cuando toda la creación sintió la solemne realidad de lo que se llevaba a cabo. La cruz fue el campo donde la batalla fue librada y la victoria obtenida. Continuará...


No hay comentarios.:

Publicar un comentario