DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 64

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 64

4- NABAL Y ABIGAIL 

Es un grave y serio mal. El apóstol, ya en su tiempo, lo sentía dolorosamente. “Andan muchos” —tales son sus palabras— “de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal” (Filipenses 3:18-19). Obsérvese que son enemigos de la cruz de Cristo. No es que hayan rechazado todo lo que se parezca a cristianismo; lejos de ello: “Andan muchos” es una expresión que indica una medida de profesión. Las personas aquí representadas, sin duda se sentirían muy ofendidas si uno les rehusase el nombre de cristianos; pero no se preocupan por tomar la cruz, por ser identificados con un Cristo crucificado. Todo lo que se puede tener del cristianismo aparte del renunciamiento de sí mismo, les es bienvenido, pero ni una jota más. “Cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal”. ¡Cuán culpables son de esta última acusación! Es fácil hacer profesión de la religión de Cristo, mientras se ignora a la persona de Cristo y se aborrece Su cruz. Es fácil tomar el nombre de Jesús con los labios y andar en la autocomplacencia con uno mismo y en el amor de este mundo, que tan bien el corazón humano sabe apreciar. Encontramos un ejemplo de estas disposiciones en la persona del grosero Nabal, quien, recluido en medio de sus riquezas y sus lujos, no se preocupaba en absoluto del ungido de Dios ni tenía ningún sentimiento de compasión por él en el tiempo de su doloroso exilio y de su estancia en el desierto. 

 ¿Que respondió Nabal al conmovedor llamado de David?: “Y Nabal respondió a los jóvenes enviados por David, y dijo: ¿Quién es David, y quién es el hijo de Isaí? Muchos siervos hay hoy que huyen de sus señores. ¿He de tomar yo ahora mi pan, mi agua, y la carne que he preparado para mis esquiladores, y darla a hombres que no sé de dónde son?” (v. 10-11). Aquí está el secreto del alejamiento de corazón de este hombre mundano respecto de David: no lo conocía. Si lo hubiera conocido, las cosas habrían sido muy diferentes, pero no sabía ni quién era, ni de dónde era; ignoraba que aquel a quien injuriaba era el ungido de Jehová, y, en su locura egoísta, rechazaba el privilegio de proveer a las necesidades del futuro rey de Israel.  Continuará…


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