EL HOMBRE DE DIOS Capítulo 25

                               


EL HOMBRE DE DIOS

                        3- EL HOMBRE DE DIOS 

El don debe ser avivado, porque si lo dejamos dormido, se volverá inservible. Existe un gran peligro de dejar que el don caiga en desuso, a causa de las desalentadoras influencias de las circunstancias que nos rodean. Un don que no se usa, pronto se vuelve inútil; en cambio, un don que es avivado y diligentemente utilizado, crece y se expande. No basta con poseer un don, debemos ocuparnos del don, cultivarlo y ejercitarlo: ésta es la forma de mejorarlo. 

Y observemos la fuerza especial de la expresión “el don de Dios”. En Efesios 4:7, leemos del “don de Cristo”, y allí también encontramos todos los dones, desde el rango más alto al más bajo, provenientes de Cristo, la Cabeza resucitada y glorificada de Su cuerpo, la Iglesia. Pero en 2 Timoteo, esto se halla definido como “el don de Dios”. Es verdad que Cristo nuestro Señor —¡bendito sea su santo nombre!— es “Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos”, por lo que el don de Cristo es el don de Dios. Pero podemos estar seguros de que nunca hay ninguna distinción en la Escritura en la que no se aprecien diferencias; y de ahí que alguna buena razón hay para que se utilice la expresión “el don de Dios”. No dudamos de que esté en plena armonía con la naturaleza y el objeto de la epístola en la que aparece. Es “el don de Dios” comunicado al “hombre de Dios”, para ser usado por él, a pesar de la irremediable ruina de la iglesia profesante y de todas las dificultades, la oscuridad y el desaliento del tiempo en el cual le toca vivir. 

El hombre de Dios no debe permitir que se le impida cultivar y ejercitar diligentemente su don, aunque todo parezca tinieblas y obstáculos, porque “Dios no nos ha dado espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (1:7). Nuevamente “Dios” es presentado a nuestros pensamientos, y ello, a su vez, con una gracia especial, al proveer a su hombre con todo lo necesario para satisfacer las exigencias particulares de su tiempo: “Espíritu de poder, de amor y de dominio propio”. Continuará...


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