DIOS POR NOSOTROS Capítulo 9

2- LA MUERTE DE SU HIJO ¿Quién no confiará en ese amor que brilla en la cruz? ¿Quién puede mirar a la cruz y no ver que Dios no quiere la muerte de ningún pecador? ¿Por qué no dejó que pereciéramos en nuestra culpabilidad y descendiésemos al infierno eterno que tan abundantemente merecíamos por nuestros pecados? ¿Por qué entregó a su Hijo Unigénito? ¿Por qué lo quebrantó en aquella cruz ignominiosa? ¿Por qué ocultó su rostro del único Hombre perfecto que jamás haya vivido; del Hombre que es su propio Hijo eterno? ¿Por qué todo eso? De seguro que fue porque Dios es por nosotros, a pesar de todas nuestras culpas y de nuestra rebelión pecaminosa. Sí, bendito sea su Nombre, él está a favor del pobre pecador deshecho y merecedor del infierno, sea quien fuere él o ella; y todo aquel que pase su mirada por estas líneas es urgido ahora a que venga y confíe en el amor que entregó a Jesús desde el seno y lo quebrantó en la cruz. ¡Oh, querido lector, venga ahora mismo! ¡No lo demore, no vacile, no razone! ¡No escuche a Satanás! Escuche, no lo que su corazón le sugiere e imagina, sino la Palabra que le asegura que Dios es por usted, y el amor que brilla en la entrega y en la muerte de su Hijo. Al seguir lo que podemos llamar con razón la cadena de oro de la evidencia en prueba de que Dios es por nosotros, hemos considerado las dos verdades preciosas de la entrega y la muerte de su Hijo. Hemos viajado desde el seno del Padre hasta la cruz, a lo largo de aquella senda misteriosa y maravillosa, marcada por las huellas del eterno amor de Dios. Hemos visto al Padre bendito, no sólo entregando a su Hijo Unigénito desde su seno, sino quebrantándolo por nosotros, haciendo de su alma sin mancha una ofrenda por el pecado, haciéndole bajar hasta el polvo de la muerte, haciéndole pecado por nosotros, juzgándole a él en nuestro lugar y proporcionando así la evidencia más incontestable de que está a favor de nosotros, de que su corazón está vuelto hacia nosotros, de que desea ardientemente nuestra salvación, pues vemos que no ha escatimado a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros.

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