DIOS POR NOSOTROS Capítulo 8

2- LA MUERTE DE SU HIJO No obstante, todo esto es una digresión de nuestra línea principal, a la que tenemos que volver ahora.Nos referimos a un punto especial en la muerte de Cristo, y es que “plugo a Jehová quebrantarlo” (versión JND). Aquí está la extraordinaria y abrumadora prueba de que Dios es por nosotros. “No escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros”. No sólo lo entregó, sino que lo quebrantó, por nosotros. Ese dechado de santidad y perfección —el único Hombre perfecto que jamás haya pisado esta tierra—, el único que siempre hizo lo que agradaba a su Padre, Aquel cuya vida entera, desde el pesebre hasta la cruz, fue un continuo olor grato que ascendía hasta el trono y el corazón de Dios; del que cada movimiento, cada palabra, cada mirada y cada pensamiento eran agradables a Dios; el que se propuso como único objetivo primordial, de punta a cabo, glorificar a Dios y llevar a cabo su obra: ese mismo fue “entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios”, y clavado en el madero maldito, donde soportó la justa ira de un Dios que aborrece el pecado; y todo eso, porque Dios era por nosotros; sí, por nosotros. ¡Qué gracia tan maravillosa y singular hay aquí! El Justo, herido por los injustos; el santo Jesús, sin pecado, sin mancha, herido por la mano de la Justicia Infinita, a fin de que los rebeldes culpables pudieran ser salvos; y no sólo salvos, sino puestos en la condición y relación de hijos: hijos e hijas del Dios Todopoderoso, herederos de Dios y coherederos de Cristo. Ésta sí que es gracia, gracia rica, gratuita, soberana; gracia abundante para el peor de los pecadores; gracia que reina “por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo”. ¿Quién no querrá confiar en esta gracia? ¿Quién, mirando a la cruz, podrá dudar de que Dios esté a favor del pecador, de cualquier pecador, del lector de estas líneas? Continuará...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario