EL MINISTERIO DE CRISTO Capítulo 22

2- EL MINISTERIO DE CRISTO EN EL PRESENTE Todo es fruto de la gracia infinita; y aquí toda alma divinamente ejercitada puede encontrar una paz inquebrantable y eterna. Nada cambia con respecto a la obra presente de Cristo por nosotros. Nunca podríamos estar satisfechos si se nos dijera que esa obra es medida de acuerdo con nuestras necesidades, con la más profunda de ellas. Todas estas necesidades, sin duda, son satisfechas; pero lo son por cuanto el ministerio actual de Cristo va mucho más allá de las mismas, hasta alcanzar la medida de los reclamos del santuario de Dios y satisfacerlos plenamente. ¡Qué gracia insondable!. Nuestras almas pueden reposar en una plena tranquilidad, pues tenemos, en lo alto, a Alguien que se ocupa de nosotros, viviendo siempre en la presencia de Dios por nosotros; a Aquel que no sólo conoce todas nuestras necesidades, sino también los derechos que Dios reclama; a Aquel que conoce la escena que atravesamos así como aquella en la cual entró, y —rendid todos alabanzas a su Nombre— su precioso y perfecto ministerio alcanza estos dos extremos. Él debe necesariamente satisfacer todos nuestros requerimientos, puesto que satisface plenamente todos los reclamos de Dios; pues lo menor debe siempre estar incluido en lo mayor; en otras palabras, si todas las exigencias de la justicia divina hallan su satisfacción en Él, con mucha más razón nuestras necesidades personales. ¡Qué sólido consuelo se halla aquí! ¡Qué reposo inconmovible! Todo lo que nos concierne está perfecta y divinamente seguro en las manos de Aquel que está a la diestra de Dios. Esas manos nunca fracasan, nunca fallan. Podemos afirmar que antes que el más débil de los que Cristo llama “los suyos que están en el mundo” pueda fallar alguna vez, Cristo mismo tendría que fallar, y eso no puede ocurrir nunca. Los suyos están en tan perfecta seguridad como Cristo mismo. Continuará...

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