EL YUGO DESIGUAL Capítulo 5

Conviene que los hijos de un Padre tal actúen de un modo tal. En resumidas cuentas, tenemos, por un lado, la posición o relación de hijos en abstracto, fundada en la soberana voluntad de Dios y en su propia operación; y, por otro lado, tenemos el carácter moral que surge como consecuencia de esta relación, el cual provee el terreno apropiado para que Dios, con justicia, reconozca públicamente esta relación. Dios no puede reconocer de forma plena y pública a aquellos que se hallan unidos en yugo desigual con los incrédulos, pues, si lo hiciera, ello equivaldría a reconocer el yugo. Él no puede reconocer ni a “las tinieblas” ni a “la injusticia” ni a “Belial” ni a un “incrédulo”. ¿Cómo podría hacerlo? Por eso, si me uno voluntariamente en yugo desigual con cualquiera de estas cosas, me identifico moral y públicamente con ella, y de ningún modo con Dios. Me situaría en una posición que Dios no puede reconocer y, por consiguiente, tampoco puede reconocerme a mí; pero, si abandono esa posición, si “salgo y me aparto”, si retiro mi cuello del yugo desigual, entonces, y sólo entonces, podré ser pública y plenamente recibido y reconocido como “hijo o hija del Señor Todopoderoso”. Éste es un principio solemne y escudriñador para todos aquellos que sienten que lamentablemente se han colocado bajo tal yugo. Ellos no marchan como discípulos, ni tampoco se hallan pública y moralmente sobre el terreno de hijos. Dios no puede reconocerlos. Su secreta relación con Dios no tiene nada que ver aquí. El hecho es que ellos mismos se han colocado completamente fuera del terreno de Dios. Metieron sus cuellos insensatamente en un yugo que, al no ser el yugo de Cristo, ha de ser necesariamente el de Belial; y, hasta que no abandonen este yugo, Dios no los podrá reconocer como sus hijos e hijas. Continuará...

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