LA ASAMBLEA DE DIOS CAPÍTULO 10

1- HAY UNA ASAMBLEA DE DIOS EN LA TIERRA No obstante, nos atrevemos a decir que la Asamblea es siempre la Asamblea, a pesar de toda la decadencia, el error y la consecuente confusión que le sobrevino. La dificultad para llegar al conocimiento de la Asamblea puede ser grande, pero, una vez logrado, su realidad es inalterada e inalterable. En los tiempos apostólicos, la Asamblea surge intrépidamente, dejando tras sí la tenebrosa región del judaísmo, por un lado, y del paganismo, por el otro. Era imposible confundirse; ella estaba allí como una gran realidad, una compañía de hombres vivientes reunidos, habitados, gobernados y dirigidos por el Espíritu Santo, de modo que el indocto o el incrédulo, cuando entraban, eran convencidos por todos e impulsados a reconocer que Dios estaba allí (véase cuidadosamente 1.ª Corintios 12 al 14). De manera que, en el Evangelio, nuestro bendito Señor revela su propósito de edificar una Asamblea; esta Asamblea nos es presentada históricamente en los Hechos de los Apóstoles; luego, cuando nos dirigimos a las epístolas de Pablo, le vemos dirigirse a la asamblea de siete lugares diferentes, a saber, Roma, Corinto, Galacia, Éfeso, Filipos, Colosas y Tesalónica; y, finalmente, al principio del libro del Apocalipsis tenemos cartas dirigidas a siete iglesias distintas. Ahora bien, en todos estos lugares, la Asamblea de Dios era algo evidente, real, palpable, establecido y mantenido por Dios mismo. No era una organización humana, sino una institución divina, un testimonio, un candelero para Dios en cada lugar. Muchas son, pues, las pruebas bíblicas del hecho de que Dios tiene una Asamblea en la tierra, reunida, habitada y gobernada por el Espíritu Santo, quien es el único y verdadero Vicario de Cristo en la tierra. El Evangelio anuncia proféticamente a la Asamblea, los Hechos la presentan históricamente y las epístolas se dirigen formalmente a ella. Todo esto es claro. Y nótese con cuidado que, sobre este tema, no deseamos prestar oídos más que a la voz de la Santa Escritura. Continuará...

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