LA ASAMBLEA DE DIOS CAPÍTULO 39

2.4- LA AUTORIDAD SEGÚN LA CUAL SE REÚNE LA ASAMBLEA Pues bien, ¿no deberíamos celebrar la Cena del Señor, en medio de nosotros, según la orden consignada en el Nuevo Testamento? ¿Deberíamos adherirnos al sacrificio de la misa, o a la consubstanciación, porque la verdadera noción de la Eucaristía parece haber estado perdida para la Iglesia profesante durante tantos siglos? Seguramente que no. ¿Qué debemos hacer? Tomar el Nuevo Testamento y ver lo que dice al respecto, inclinarnos con reverente sumisión ante su autoridad, aderezar la Mesa del Señor en su divina sencillez y celebrar la fiesta según la orden dada por nuestro Amo y Señor, quien dijo a sus discípulos, y por consecuencia a nosotros: “Haced esto en memoria de mí.” Pero también se nos puede preguntar: «¿No es más que inútil procurar realizar la verdadera noción de la Asamblea de Dios, viendo que la Iglesia profesante está en una ruina tan completa?.» Respondemos preguntando: ¿Debemos ser desobedientes porque la Iglesia esté en ruinas? ¿Debemos continuar en el error porque la dispensación ha fracasado? Seguro que no. Reconocemos la ruina, nos condolemos por ella, la confesamos, tomamos nuestra parte en ella y en sus tristes consecuencias, procuramos caminar silenciosa y humildemente en medio de ella, reconociendo que nosotros mismos somos muy infieles e indignos. Pero, aunque nosotros hayamos fracasado, Cristo no ha fracasado. Él permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo. Él prometió estar con los suyos hasta el fin del siglo. La promesa formulada en Mateo 18:20 es tan segura hoy en día como hace casi 2.000 años atrás. “Sea Dios veraz y todo hombre mentiroso” (Romanos 3:4). Rechazamos completamente la idea de que los hombres se pongan a crear iglesias o se consideren con derecho a ordenar ministros. La consideramos como pura pretensión, enteramente desnuda de autoridad bíblica. Es la obra de Dios reunir una Iglesia y suscitar ministros. No nos atañe constituirnos en iglesia y ordenar funcionarios. Sin duda, el Señor es muy misericordioso y está lleno de compasión. Él soporta nuestra debilidad y gobierna nuestros errores y, si nuestro corazón le es fiel, aun en la ignorancia, él no dejará de conducirnos a una luz superior. Continuará...

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