EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 16

2- ¡Chócalas Rocky! Por eso, anímense y edifíquense unos a otros. 1 TESALONICENSES 5.11, NVI Brindamos ánimo cuando «nos ponemos junto a ellos y los llamamos por su nombre». Al menos esa es la impresión que sacamos de la definición griega. El sustantivo paraklēsis es la combinación de para (junto a) y kaleō (llamar). Jesús lo modeló. Pedro era el discípulo impetuoso. Era dado a hablar muy pronto y a jactarse mucho. Aun así Jesús vio algo en el corazón de ese pescador irascible que le daba mérito para ser llamado. Al llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que Jeremías, o alguno de los profetas. Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. (Mateo 16.13-16) Cesarea de Filipo se encontraba exactamente en la frontera entre Israel y el mundo de los gentiles. Atraía caravanas y peregrinos desde Etiopía hasta lo que sería la Turquía de hoy por el norte. Al igual que cualquier ciudad de la antigua Palestina, esta era un crisol. Es muy probable que los seguidores de Jesús, de vida sencilla, hayan quedado muy sorprendidos por el estilo cosmopolita de la ciudad. Habrían oído el encanto de las mujeres y los sonidos de las tabernas y habrían sentido el aroma de las exquisiteces extranjeras. Pero, más que todo, habrían visto los templos. La religión era para Cesarea de Filipo lo que los productos agrícolas eran para los comerciantes callejeros. Ahí se adoraba todo tipo de deidades. Continuará...

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