EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 64

MAX LUCADO 6- UNA POSTURA PODEROSA Oren unos por otros . . . SANTIAGO 5.16, RVC Tú eres su hijo(a). «Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios» (1 Juan 3.1). Eres parte de su familia. Acércate, no como un(a) extraño(a), sino como heredero(a) de la promesa. Acércate al trono de Dios, no como un(a) intruso(a), sino como un(a) hijo(a) donde habita el Espíritu Santo. ¡Tú le perteneces! Eres su embajador(a). «Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios» (2 Corintios 5.20). Un embajador representa al rey. Habla con la autoridad del trono. Lleva consigo el imprimátur de aquel que lo envió. Si el embajador envía una solicitud al rey, ¿lo escuchará el rey? Si nosotros, embajadores de Dios en este mundo, nos acercamos a nuestro Rey con una petición, ¿nos escuchará? Por supuesto que sí. Eres miembro de su sacerdocio. Pedro dijo: «Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios» (1 Pedro 2.9). Aunque Dios no necesita nuestra ayuda, nos invita a colaborar con él. Mi padre no necesitaba ayuda con la casa. Aun así, nos recibió a mi hermano y a mí para que trabajáramos con él. ¿Por qué? Puedo pensar en solo una respuesta. Que él nos amaba. Quiso traspasar sus habilidades y sus valores a sus hijos. ¡Hoy, Dios está haciendo lo mismo! Cristo mismo ora (Hebreos 7.25). Y nos invita a orar con él. «. . . vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo» (1 Pedro 2.5). El trabajo del sacerdote del Antiguo Testamento era interceder por su pueblo ante Dios. Así que, en nuestra intercesión, actuamos como sacerdotes, de pie en la brecha entre las personas de la tierra y Dios. Continuará...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario