EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 76

MAX LUCADO 7- SIRVE TÚ «Sírvanse los unos a los otros por amor». GÁLATAS 5.13, RVC En el pasillo de mi memoria, cuelga una fotografía. Es la imagen de dos personas: un hombre y una mujer, una pareja en la séptima década de sus vidas. El hombre yace en una cama de hospital. Pero esta se encuentra en una sala de estar, no en una habitación de hospital. Para todos los efectos prácticos, su cuerpo es inútil. Los músculos están tan deteriorados por la esclerosis lateral amiotrófica, que se estrechan de hueso a hueso como la tela que se extiende con sus rayos al abrir un paraguas. Respira a través de una manguera que se adhiere a un orificio que tiene en la base de la garganta. Y aunque su cuerpo no funciona, sus ojos se mueven buscando algo. Con ellos, examina la habitación buscando a su compañera, una mujer cuya edad queda escondida tras su vigor juvenil. Su cabello es gris, pero se ve enérgica y saludable en contraste con la figura que yace en la cama. Ella, por voluntad propia, comienza su tarea del día: cuidar de su esposo. Con una lealtad indefectible, hace lo que viene haciendo durante los últimos dos años. No es tarea fácil. Debe afeitarlo, bañarlo, alimentarlo, peinarlo y lavarle los dientes. Ella toma la mano de su esposo mientras se sientan y ven televisión juntos. Se levanta en medio de la noche y succiona los pulmones de su marido. Se inclina hacia él y besa su rostro afiebrado. Le sirve. Lleva el linaje de Andrés y María. Para el momento en que mi padre dio su último respiro, ambos llevaban más de cuarenta años casados. El día que lo enterramos, le agradecí a mi mamá por ser un modelo del espíritu de Cristo: un siervo silencioso.

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