EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 117

MAX LUCADO El Siguiente Paso Desafíate a ser feliz El momento más grande en la historia del fútbol estadounidense de la Universidad de Carolina del Sur no contempla elevaciones de trofeos ni touchdowns —o anotaciones— heroicos. En mi opinión, el evento que merece un lugar en el Salón de la Fama no incluye ningún pase victorioso ni ningún entrenador empapado en Gatorade. Si me dieran la oportunidad de pararme en la banda y observar un momento el programa historiado que comenzó en 1880, seleccionaría el juego entre USC y Western Michigan de 2017. Con tres minutos y trece segundos para entrar al último cuarto, USC interceptó un pase para touchdown y obtuvo una sólida ventaja de 48- 31. Algunos de los 61.125 fanáticos comenzaron a caminar hacia las salidas de Los Angeles Memorial Coliseum. El resto del juego daba la impresión de ser una formalidad. Pero luego el entrenador principal, Clay Helton, gritó a Jake Olson, camiseta roja de segundo año, para que hiciera un snap (pase) largo para el punto extra. Lo que hace que este momento sea histórico e inolvidable no es que el jugador fuera sacado de la banca. El aspecto único y digno de ver de este juego fue que el jugador era ciego. Así es. Jake Olson entró trotando a un campo que, para él, era tan oscuro como la medianoche. No podía ver los rostros sonrientes de los otros troyanos del montón. No podía ver la fila de compañeros de equipo que estaba en la banda, todos de pies, todos mirando. No podía ver a los entrenadores que, con los ojos llorosos y la garganta apretada, sabían que se encontraban frente a un sueño que se hacía realidad. La travesía de Jake Olson hacia este juego comenzó a la edad de diez meses, cuando perdió el ojo izquierdo por un cáncer de retina. El cáncer volvió cuando tenía doce años. Los médicos determinaron que la única forma de contener el cáncer era extirparle el ojo derecho también. Continuará...

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