ACÉRCATE SEDIENTO Parte 12

 


ACÉRCATE SEDIENTO Parte 12

UNO

El corazón deshidratado

¿Cambios de ánimo? Todos pasan días grises y sábados tristes. ¿Acaso no son inevitables esas emociones? Sí que lo son, pero ¿ son inextinguibles? De ningún modo. Considera los dolores de tu corazón, no como luchas que debes soportar, sino como una sed interna que necesitas saciar. La prueba misma de que algo en tu interior ha empezado a marchitarse. Trata tu alma como tratas tu sed. Toma sorbos grandes. Absorbe el líquido. Inunda tu corazón con una buena dosis de agua. ¿Dónde hallas agua para el alma? Jesús dio una respuesta cierto día de octubre en Jerusalén. La gente había llenado las calles para la representación anual del milagro del agua que salió de la roca por medio de Moisés. En honor de sus ancestros nómadas, dormían en tiendas o tabernáculos. Como tributo a la corriente del desierto, derramaban agua. Cada mañana un sacerdote llenaba un jarrón dorado con agua de los manantiales de Gihón y lo llevaba por un sendero rodeado de espectadores hasta el templo. Hacía esto una vez cada día, durante siete días. En el último, el gran día de la fiesta, el sacerdote daba siete vueltas alrededor del altar, empapándolo con siete vasijas llenas de agua. Pudo haber sido en ese mismo momento cuando un rabino rudo de las tierras norteñas convocó la atención del pueblo. «En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva» (Juan 7.37-38).

Sacerdotes vestidos con túnicas finas dieron la vuelta para mantenerse a distancia. La gente sorprendida se quedó mirando. Niños con ojos bien abiertos y abuelos desdentados quedaron inmóviles. Ellos conocían a este hombre. Lo habían oído predicar en las colinas hebreas, otros en las calles y las aldeas. Dos años y medio pasaron desde que había ascendido de las aguas del Jordán. La multitud había visto antes a ese carpintero.  ¿Acaso lo habían visto hablar con tal intensidad? Él «se puso en pie y alzó la voz». La postura tradicional de los rabinos al enseñar era sentarse y hablar con calma, pero Jesús se levantó y clamó a gran voz. El hombre ciego dio voces al clamar por su vista (Marcos 10.46-47). Pedro al hundirse gritó para pedir auxilio (Mateo 14.29-30). El ende-moniado también gritó, rogando misericordia (Marcos 5.2-7). Juan usa el mismo verbo griego para describir el volumen en la voz de Jesús. No fue un simple carraspear para hacerse oír. Dios hizo tronar el martillo en la corte del cielo. Cristo demandó la atención de todos. 

Continuará...


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