ACÉRCATE SEDIENTO Parte 13

 


ACÉRCATE SEDIENTO Parte 13

UNO

El corazón deshidratado

Exclamó porque le quedaba poco tiempo. Los granos de arena en su reloj casi podían contarse. En seis meses tendría que arrastrar una cruz por esas mismas calles. ¿Y la gente? La gente moría de sed. Necesitaban agua, no para sus gargantas, sino para sus corazones. Por eso Jesús lanzó su invitación: ¿Han empezado a marchitarse en su interior? Beban de mí. Lo que el H2O puede hacer por tu cuerpo, Jesús lo hace por tu corazón. Lubricarlo. Hidratarlo. Ablandar lo endurecido y enjuagar lo oxidado. ¿Cómo?

Así como el agua, Jesús llega a donde nosotros no podemos. Si se lanza a una persona contra una pared, su cuerpo se estrella y cae. Si echamos un balde de agua en una pared, el líquido se conforma y cubre la superficie. Su composición molecular da al agua gran flexi-bilidad. En un momento dado se separa y entra por una ranura, al rato se aglutina y resuena como un trueno al bajar por las cataratas Victoria. El agua llega donde nosotros no podemos. Así también Jesús. Él es espíritu y, si bien tiene un cuerpo, no está limitado a un cuerpo. De hecho, Juan explica «ríos de agua viva» así : «Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él» (Juan 7.39). El Espíritu de Jesús baja por la garganta de tu alma mientras deshace los temores y lava los remordimientos. Él hace por tu alma lo que el agua hace por tu cuerpo y somos bienaventurados porque ni siquiera tenemos que darle instrucciones al respecto.

Nadie le da instrucciones al agua, ¿o me equivoco? Antes de tomarla, ¿miramos el líquido y le decimos «necesito diez gotas en la vesícula y cincuenta en el sistema cardiovascular. El resto diríjase a mi cabeza porque hoy me pica bastante por esos lados». No, de alguna manera el agua sabe a dónde debe ir. Jesús también lo sabe. Él no necesita tus instrucciones, solo tu permiso. Como el agua, Jesús no entrará si no optas por ingerir y tragar. Eso es, debemos entregarnos voluntariamente a su señorío. Puedes meterte hasta el cuello en el río Colorado y sin embargo morir de sed. Hasta que te decidas a beber, el agua no te dará beneficio alguno. A menos que bebas de Cristo, seguirás siempre sediento. Continuará...


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