ACÉRCATE SEDIENTO Parte 14

 


ACÉRCATE SEDIENTO Parte 14

UNO

El corazón deshidratado

¿No necesitas ya una porción de agua fresca? ¿No anhelas librarte del temor, la ansiedad y la culpa? Puedes hacerlo. Nota los destinata-rios de su invitación. «Si alguno tiene sed, venga a mí y beba» (v. 37, cursivas mías). ¿Eres tú alguno? En ese caso, acude a la cisterna porque calificas para recibir su agua. Son bienvenidas todas las edades y tanto hombres como mujeres de todos los tiempos. Ninguna raza se excluye. Hampones. Malandrines. Truhanes y pillos. Todos son bienvenidos. No tienes que ser rico para beber, ni religioso ni exitoso. Tan solo necesitas seguir las instrucciones acerca de qué, o mejor dicho, quién has de beber: Él. A fin de que Jesús haga lo que hace el agua, debes permitirle penetrar tu corazón. Hasta el fondo, muy dentro y profundo.

Tómalo. Interiorízalo. Dale la bienvenida en los rincones más recónditos de tu vida. Deja que Cristo sea el agua de tu alma. ¿Cómo se logra esto? Empieza por hacer caso a tu sed. No pases por alto tu sensación de soledad. No niegues tu rabia. Tu espíritu inquieto, tu estómago que se retuerce, la sensación de incertidumbre que te hace sudar por todos los poros, estos son los síntomas y las señales que no debes ignorar. ¡Necesitamos ser hidratados en nuestro interior! No dejes que tu corazón se vuelva una pesa de uva. Por el bien de aquellos que necesitan tu amor, ¡hidrata tu alma! Obedece a tu sed.

También debes beber agua sana. No masticas tierra ni tragas piedras. ¿Acaso tomas plástico, papel o pimienta? ¡De ningún modo! Cuando de sed corporal se trata, hemos aprendido a usar los productos correctos. Haz lo mismo por tu corazón. No todo lo que pongas en tus labios te saciará la sed. Los brazos del amor prohibido pueden satisfacer por un tiempo, pero solo un tiempo. Las semanas laborales de ochenta horas dan cierto sentido de realización, pero nunca quitarán la sed del alma. Ten mucho cuidado con las botellas que tienen la etiqueta de “religión”. Jesús lo tuvo. Observa en qué situación decide pronunciarse. No está hablando a prostitutas ni a belicosos, tampoco a presos ni alumnos en un reformatorio. No, se dirige a los observantes y a los asistentes fieles a una convención religiosa. Continuará...


No hay comentarios.:

Publicar un comentario