ACÉRCATE SEDIENTO Parte 29

 


ACÉRCATE SEDIENTO Parte 29

TRES Cuando la gracia actúa profundamente

Sin embargo algo sucede, como a la Cenicienta en el cuento de hadas. Los hombres del rey golpean en tu puerta en Lodebar. Te suben a una carroza y te llevan a la presencia del rey mismo. Te imaginas lo peor y empiezas a orar para que no te toque con un roncador en la celda, pero los criados no te dejan tirado en la cárcel. Te llevan a la mesa del rey y te restriegas los ojos para leer bien la inscripción que lleva tu nombre. «Mefiboset, dijo el rey, comerá a mi mesa, como uno de los hijos del rey» (2 Samuel 9.11). Charles Swindoll ha compuesto una galaxia entera de párrafos preciosos, pero mi favorito corresponde a esta escena imaginaria en el palacio de David.

Los adornos de oro y bronce brillan desde su ubicación armoniosa en las paredes. Los techos majestuosos de madera coronan cada aposento espacioso. David y sus hijos se reúen para la cena vespertina. Absalón, bronceado y apuesto, está allí al igual que la bella hija de David, Tamar. Se hace la llamada final y el rey examina el recinto para ver si todos está presentes. Solo falta uno. Paso, arrastre, paso, arrastre. El sonido que viene del corredor hace eco en el comedor. Paso, arrastre, paso, arrastre. Por fin aparece el convidado junto a la puerta, quien procede con lentitud a colocarse en su asiento. Es el lisiado Mefiboset, sentado por gracia y misericordia en la mesa de David. El mantel de la mesa cubre sus pies, y ahora puede empezar el banquete real. De Lodebar al palacio, de la ignominia a la grandeza, del pasado sin futuro a la mesa del rey. Fue un cambio bastante radical para Mefiboset que nos ayuda a recordar nuestra situación porque él ejemplifica nuestro viaje por esta vida. Dios nos sacó del callejón sin salida de Lodebar y nos sentó en su mesa: «...Nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús» (Efesios 2.6). Continuará...


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