ACÉRCATE SEDIENTO Parte 38


 ACÉRCATE SEDIENTO Parte 38

CUATRO: Morir para nacer

Aquella misma, supongo, que Jesús abrió treinta años antes. Tras despedirse y en un abrir y cerrar de ojos, vuelve a ser unido a su cuerpo y se despierta sobre una piedra fría en una tumba labrada en la ladera. La roca que tapaba la entrada ha sido quitada y Lázaro trata de moverse. Está envuelto como una momia, pero logra sentarse y salir caminando de la tumba al estilo de Frankenstein. La gente se queda mirando atónita.

Al leer el relato nos preguntamos: «¿Por qué Jesús lo dejó morir solo para llamarlo de vuelta al mundo?» Para demostrar quién controla el espectáculo. Para sacar de la manga el as que vence la baraja del cementerio. Para desplegar la fortaleza irresistible de Aquel que bailó sobre el cuello del diablo y se enfrentó cara a cara con la muerte al declarar: «¿Eso es lo que llamas un callejón sin salida? Pues yo lo llamo una escalera eléctrica». «¡Lázaro, ven fuera!»

Esas palabras sonaron también como práctica para el gran día de la resurrección, pues Él está preparando una evacuación de tumbas a escala mundial. «¡José, ven fuera!» «¡María, ven fuera!» «¡Fulano, ven fuera!» «¡Mengano, ven fuera!» Una tras otra tumba quedarán vacías. Lo que le sucedió a Lázaro también nos pasará a nosotros, solo que nuestra reunión de espíritu y cuerpo ocurrirá en el cielo y no en el cementerio de Betania.

Cuando esto suceda, cuando nuestros cuerpos terrenales y perecederos sean transformados en cuerpos celestiales que nunca morirán, en ese momento por fin se cumplirán las Escrituras: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? (1 Corintios 15.54-55). Continuará...


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