EL REMANENTE Capítulo 15

No son encomendados a ninguna tradición humana, ni a los Padres de la Iglesia, ni a los decretos de los concilios, ni a mandamientos y doctrinas de hombres; no, a ninguna de estas cosas ni a todas ellas juntas. Éstas no pueden sino perturbar, confundir y extraviar. Somos exhortados a dirigirnos a la preciosa y pura Palabra de Dios, a esa perfecta revelación que Él, en su infinita bondad, ha puesto en nuestras manos, y que puede hacer a un niñito “sabio para salvación”, y a un hombre, “perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2.ª Timoteo 3). ¡El Señor sea alabado por este inefable favor! No hay lenguaje humano capaz de expresar la importancia de poseer, para nuestra guía, una autoridad divinamente establecida. Todo lo que necesitamos es ser absoluta y completamente gobernados por ella, atesorarla en nuestros corazones, tenerla actuando en nuestras conciencias, formando nuestro carácter, y gobernando nuestra conducta en todas las cosas. Darle a la Palabra de Dios su lugar, es uno de los rasgos que caracterizan al remanente cristiano. No lo es la infundada e intrascendente fórmula: «La Biblia y sólo la Biblia es la religión de los Protestantes.» El Protestantismo no es la Iglesia de Dios; no es el remanente cristiano. La Reforma fue el resultado de una obra bendita operada por el Espíritu de Dios; pero el Protestantismo, en todas sus ramas y denominaciones, es lo que el hombre ha hecho de la Reforma. En el Protestantismo, la organización humana ha desplazado a la obra viva del Espíritu, y la forma de la piedad ha desplazado al poder de la fe individual. Ninguna denominación, como quiera que se llame, puede ser considerada como la Iglesia de Dios o como el remanente cristiano. Es de suprema importancia moral ver esto. La iglesia profesante ha fracasado por completo; su unidad corporativa y visible se ha desintegrado de forma irremediable, tal como lo vemos en la historia de Israel. Pero el remanente cristiano está integrado por todos aquellos que sienten y reconocen de todo corazón la ruina, que son gobernados por la Palabra de Dios y conducidos por el Espíritu en separación del mal para esperar a su Señor. Continuará...

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