EL REMANENTE Capítulo 18

Ahora bien, estos hechos demuestran, fuera de toda duda, que en Tiatira se abandona toda esperanza de restaurar a la Iglesia como cuerpo. “Y le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse” (v. 21). En lo que respecta a la iglesia profesante, su situación es irremediable. Pero aquí, un remanente es distinguido y alentado, no con la esperanza de un mundo convertido y de una iglesia restaurada, sino con la brillante y bienaventurada esperanza de la venida del Señor como “la estrella de la mañana”. “A vosotros empero os digo, [3] a los demás[4] que están en Tiatira, a cuantos no aceptan esta enseñanza[5], y que no han conocido las cosas profundas de Satanás (como dicen ellos): No echaré sobre vosotros otra carga. Sin embargo lo que tenéis, retenedlo seguro, hasta que yo venga” (v. 24-25; V.M.). Tenemos, pues, aquí una vista muy interesante del remanente cristiano. No es la iglesia restaurada, sino un cierto número de fieles que forman una compañía distintiva, purificada de la doctrina de Jezabel, que había rechazado “las profundidades de Satanás” y que persevera hasta el fin. Es de la mayor importancia que el lector tenga en claro el hecho de que las cuatro últimas iglesias —es decir, los cuatro estados de la Iglesia que ellas representan— continúan juntas, de forma sincrónica, hasta el fin. Esto simplifica notablemente todo nuestro estudio, y nos presenta al remanente cristiano de una manera muy práctica y definida. No se menciona ningún remanente sino recién en Tiatira. Entonces se da por perdida toda esperanza de restauración colectiva. Este simple hecho derriba completamente las pretensiones de la iglesia de Roma desde sus mismos cimientos. Ella nos es presentada como un sistema apóstata e idólatra, amenazada con el juicio de Dios; mientras que el Señor se dirige a un remanente que nada tiene que ver con ella. Baste con lo dicho en cuanto a la pretendida iglesia infalible y universal de Roma. Pero, ¿qué diremos de Sardis? ¿Se trata de la Iglesia restaurada? Nada de eso. “Tienes nombre de que vives, y estás muerto” (3:1). Ésta no es ninguna iglesia restaurada o reformada, sino algo muerto, a la que el Señor amenaza con venir como ladrón, en lugar de alentarla con darle “la estrella de la mañana”. Continuará...

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